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Vía libre

A la playa, con reserva previa

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Con muchas ganas y precauciones ayer entramos en la fase 1 de la relajación del confinamiento. Las calles, comercios y terrazas comienzan a cobrar vida, y aun titubeantes, con una mascarilla que ya empieza a darnos calor, nos preguntamos muchas cosas sobre el futuro inmediato. Lo más importante, si de alguna manera se podrá salvar una mínima temporada turística, bien sea con visitantes nacionales, ahora que puertos y aeropuertos empiezan a abrirse, o internacionales, con esos anunciados corredores aéreos entre zonas europeas que se encuentren en nuestro mismo nivel de control de la pandemia. Con las debidas cautelas también se debería pensar, con una óptica local, en cómo organizar un activo fundamental para residentes y foráneos como son las playas. Y no es un tema menor o banal cuando forman parte fundamental del producto turístico que se ofrece y son también un lugar de ocio y esparcimiento para los propios menorquines. Todo ello en una isla con muchos kilómetros de costa, con una configuración especial, porque no solo hay grandes arenales donde es más o menos factible el control de afluencia, sino también multitud de calas y rincones, complicados para la vigilancia, de difícil acceso, muchos de ellos a través de senderos angostos o rutas como el Camí de Cavalls. Salvo que haya modificaciones en la orden del Ministerio de Sanidad, hasta la fase 3, que empezará el 8 de junio si todo va bien, no se podrá ir a la playa para tumbarse al sol en la arena y bañarse, como estábamos acostumbrados. La norma dice que deberá hacerse en condiciones de seguridad y distanciamiento, y el borrador en el que ya trabaja el Gobierno habla de un mínimo de 2 metros entre toallas y sombrillas de cada grupo, que deberá ser como mucho de 10 personas; una distancia que sugiere tendría que ampliarse en playas donde el viento sea frecuente, por el riesgo de transmisión del virus. ¿Cómo se logrará eso en la isla del viento? Es un problema complejo en el que Consell y ayuntamientos deben trabajar ya e intentar conjugar intereses públicos y privados, porque no se deberían acotar playas enteras con hamacas o sistemas de aislamiento de pago sin dejar opción a la humilde toalla.

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