El pasado día 25 fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, establecido por la ONU en 1998. No mucho se vio en la prensa sobre ello. En España la muerte de Maradona apantalló todas las otras noticia. En Estados Unidos entre la pandemia y las ocurrencias de Trump poco más se ve.
Es un día importante para meditar nuestras posiciones reales sobre este asunto, ya que tenemos actitudes inconscientes que no ayudan a mejorar la situación. La sociedad tiene mucho que avanzar sobre este asunto. Si solo miramos a los asesinatos machistas de mujeres en España, un país que se considera civilizado, vemos que desde 2003, cuando se empezaron a contabilizar, ya se han superado los 1000. En el gráfico adjunto se ve el numero anual de muertes entre 2003 y 2019. No está mejorando mucho la situación.
La violencia contra las mujeres es una pandemia que sufre media humanidad desde hace milenios. Esta violencia no son solo los asesinatos por sus parejas, están también las agresiones sexuales, las mutilaciones, las discriminaciones y ofensas. Una larga lista en las que se está luchando por superar, pero en las que se progresa demasiado lentamente.
La misma semana del 25, hubo una decisión judicial que refleja aun como está la mentalidad en estos asuntos. El Juzgado de lo Penal numero 10 de Málaga condenó a una mujer acusada de participar en la procesión del Santo Chumino Rebelde a nueve meses de multa con una cuota diaria de 10 euros por un delito contra los sentimientos religiosos y a pagar las costas del procedimiento judicial. Y yo me pregunto, ¿a cuánto se debería castigar a los grupos religiosos que durante milenios han ofendido y humillado a las mujeres?
El problema de la violencia está mantenido por esta mentalidad en la sociedad. No vale la pena entrar en la actitud misógina en el caso de la religión judaica o musulmana, es de sobras conocida. Pero en la religión cristiana existe también por desgracia y desde hace muchos siglos.
Las epístolas que realmente escribió Pablo, son solo seis de las incluidas en la Biblia, son los documentos más antiguos de la religión cristiana. En ellas se ve a un Pablo que evangeliza trabajando con mujeres y mostrando su respecto y admiración por su trabajo. En la epístola a los Gálatas 3.28 dice: «No hay diferencia entre hombre y mujer, porque todos son uno en Cristo Jesús». Pero cuando miramos a las epístolas atribuidas a él, pero escritas más de 50 años después de su muerte, cuando ya existía una jerarquía eclesiástica, como es la epístola a Timoteo, ya indica claramente que la mujer ha de ser sumisa al marido y tiene que aprender de él. La cosa se pone aun más dura contra las mujeres cuando Agustín de Hipona, unos tres siglos después al analizar el llamado pecado original dice: «Por la mujer entró el pecado en el mundo ». Así se fue formando esa mentalidad que al final justifica muchas de las humillaciones y agresiones que sufren las mujeres.
Esa cultura nos invade nuestras mentes y sentimientos cuando somos niños. Cuando yo lo era, recuerdo haber oído recitar muchas veces un poema llamado «En el banquillo». Lo oí tantas veces
que fragmentos se quedaron en mi memoria, como: «Salí la puerta cerré y con mirada incierta volví a mirar la puerta, falto de valor lloré ?». De este poema no se conoce el autor pero fue muy popular después de la Guerra Civil. En él se describe la defensa que hace un hombre por haber matado a su expareja y a su novio.
Había variaciones del poema, pero en una de ellas estaba la frase: «La maté por que era mía». Una frase que siempre creí muy significativa de esta mentalidad misógina que da al hombre derecho a todo al tratar con una mujer. Esa es la mentalidad que hay que cambiar. En el problema de la violencia contra las mujeres la lucha más importante tiene que ser en la educación, tanto en escuela
como en los hogares. Sin un cambio radical en estas formas de pensar no habrá victoria posible en este grave problema.