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Les coses senzilles

Los años dorados

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Ahora muchas peluquerías son «unisex», se dedican tanto a mujeres como hombres. Antes los «barberos» eran hombres provistos de una navaja tremebunda con la que tanto podían afeitar como cortar el pelo. O una oreja. En las peluquerías ya no hay tebeos, pero sigue habiendo revistas. Es una buena manera de que el peluquero o peluquera se sienta relajado. Él o ella van cortando y tú vas leyendo. Al final… no te arriendo la ganancia. El otro día eché mano de la primera revista que vi y… era un Lecturas retrospectivo, titulado «años dorados». Creo que di un paso atrás de más de cincuenta años en el tiempo. Claro, viajar en el tiempo aún no se ha inventado, pero basta con oír canciones o ver imágenes de otra época para hacerlo mentalmente.

Ahí vi yo a Paola de Lieja en sus mejores años, a Balduino y Fabiola, reyes de Bélgica. Tantos reyes, tantos príncipes, incluso caudillos como Franco, el Generalísimo, el Sha de Persia que hicieron correr tantos ríos de tinta. Ahí estaban, en el fondo de la retina, durmiendo en la memoria. Elvis Presley, Sofía Loren, Rocío Dúrcal, Liz Taylor, Richard Burton, Carolina de Mónaco, Julio Iglesias, Isabel Preysler, Sara Montiel, Brigitte Bardot, Lola Flores. Lola Flores decía, en titulares: «Tengo unas piernas muy bonitas». Pues qué bien, si las piernas hubieran servido para salir corriendo cuando vinieron mal dadas. Sofía Loren había acudido a un balneario donde habían conseguido que quedara embarazada. Carolina de Mónaco era una jovencita muy mona. Julio Iglesias acababa de casarse con Isabel Preysler. Quién le iba a decir que su mujer sería la de la belleza inmarcesible, por arte de bisturí. Quién habría de pensar que aquella Brigitte Bardot tan fresca sería hoy una mujer tremendamente madura. Ahí cabrían los versos de Jorge Manrique: «Cómo se pasa la vida, etc.».

Recuerdo esa época; suele llamarse de postguerra, pero también podría ser de ante-destape. Cuando éramos la reserva espiritual de Europa. Cuando los novios se casaban vírgenes. Cuando por fingir un estatus económico acorde con estas revistas principescas y cinematográficas como la aducida, Hola, Semana, etc. algunas familias se arruinaron. Había que ser tan rico y esnob como cada hijo de vecino, había que acudir a todas las fiestas, a todos los veraneos, a todos los restaurantes y tener un coche mejor que el del vecino y un chalecito y la asistenta y a lo mejor resulta que ni siquiera podíamos fingir que vivíamos los mejores años dorados de nuestra vida. Amén.

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