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Primer lunes

La contraportada

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Cinco años atrás percibí que articulando mis colaboraciones literarias en los periódicos disponía del bosquejo de una novela, tal y como en definitiva ha acontecido. La búsqueda de un tema ameno me llevaba pues de ordinario a glosar semanalmente, en la prensa, algunas de mis superficiales andanzas por nuestro venerado mundo, al no disponer de otras fuentes tan seductoras con las que encandilar al lector.

Mi intención era citar con otro nombre al protagonista, sin embargo mi período futbolístico y otras incidencias denunciaban a las claras, tratarse de una biografía y no de una novela. Estuve una semana reflexivo. Tenía pues que emparejarme con la historia o abandonar el proyecto literario, algo inoportuno después de algunos meses de arduo trabajo. Finalmente, opté por dar la cara y nunca mejor dicho… El hecho de haber escrito mis memorias es pues absolutamente casual. Ni remotamente se me hubiera ocurrido de un modo consciente, divulgar mi privacidad en un escaparate de papel como es un libro. Sobrevino por consiguiente este nuevo texto que emerge en las librerías a finales de este mes, como muchas de las acciones registradas en él, de un impulso peregrino, un impulso que me ha ocupado fogosamente durante los últimos cinco años.

Aún siendo, de todos modos, con rigurosidad unas memorias, el libro tiene el talante de una novela por ser análoga a una novela, sólo cambia, ser todo cierto en vez de ficticio, y también tiene el talante de una obra por abarcar las tres fases del ser humano: la infancia, la adultez y la senectud, con sus respectivas ramificaciones, un compendio que Soren Kierkegaard calificaría como las fases, estética, ética y religiosa, que sustancian un texto, donde el lector puede explorar más allá de su propia identidad.

Por otra parte, mis memorias resultan un recorrido por las diferentes décadas de la segunda parte del siglo anterior, cuando Menorca ostentaba el título de islita más industrial del planeta y las costumbres eran muy diferentes de las actuales.

A las seis de la mañana, por ejemplo, las calles, negras, espectrales, estaban atiborradas ya de trabajadores, azuzados por el relente de la noche, entrecruzándose con pasos rápidos, para llegar puntuales a sus respectivas labores, en las fábricas de la industria zapatera o bisutera. Se afanaban durante la jornada nuestros antepasados en llevarlas a cabo sin apenas treguas, con sudores, hasta cernirse sobre la isla otra vez la oscuridad. No se trabajaba en Menorca de sol a sol, como ahora, no, sino de luna a luna, fuera menguante, creciente o llena.

Una época, asimismo, donde numerosas invenciones como el televisor, la lavadora o el frigorífico nos tenían ensalmados. Creíamos que, si no un hada, algunas partículas universales centelleantes en las alturas como la rúbrica de unos fuegos de artificio, se posaban ante nuestro asombro inesperadamente en la Tierra. ¡Todo era imprevisible y multicolor en la isla!

Una época que viví, amigado con la pelota, una época distinta a la actual, unido como estoy a la pluma. Naturalmente en medio de las dos épocas, en medio de las dos aficiones, en medio del entrepán está el ingrediente principal, la vida, el jamón, el texto de este libro... Espero que el ‘bocata' les guste.

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