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Asseguts a sa vorera

Otoño indeciso

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¿Y todavía te extraña que no me guste el otoño? ¿De verdad? Haz el favor y mira por la ventana. Da igual cuándo lo leas que seguramente está haciendo un vendaval. En Menorca al menos. Son poco más de las 18 horas del viernes y estoy escribiendo estas líneas en la noche oscura y mientras parece que el árbol de enfrente saldrá volando sin rumbo ni permiso de circulación. Este tiempo, te lo prometo, me apesta.

Noto que me estoy haciendo mayor y que, también me estoy haciendo viejo, y el otoño y yo llevamos el camino de no entendernos hasta nuevo aviso. Él me ofrece alguna jornada de paz y sosiego antes de que llegue el invierno, pero para mí, estos días de viento, frío y poca luz me fastidian. Y sigo sin saber encontrar setas, ni con el tiempo suficiente de ir al supermercado y pagarlas a precio de oro.

Yo entiendo que los científicos le habrán encontrado un porrón de utilidades al viento, como el de la energía eólica, pero no hay Greta Chunguer que me convenza de que el viento merece la pena. Solo de imaginarme dentro de un avión en un sábado como este, me entran todos los sudores, los fríos y los calientes. Y sí, ya sé que es más probable que me caiga una maceta en la cabeza, pero es que además las opciones se incrementan con este viento.

Pero bueno, no sé si te pasa a ti, tengo más sueño, estoy más cansado y duermo peor. ¿Me estará animando mi cuerpo a que inverne hasta Navidad? No me importaría, aunque la verdad es que tampoco soy de dormir mucho. Yo ya echo de menos el verano y, sobre todo, a la primavera. Y lo de que cada día que pasa es uno menos para que lleguen, me sabe a milonga.

No te quiero exagerar, pero yo me paso la mitad del otoño añorando el verano y la otra mitad deseando que llegue el invierno. Porque esta estación en la que estamos me parece como aquel amigo indeciso que no sabe muy bien lo que quiere –si frío, viento o lluvia- ni cuando lo quiere, y lo que hace en realidad es condicionarte los planes tontamente. El invierno, por ejemplo, tiene claro que nos tiene que ofrecer frío y días cortos. ¡Pam! Sin tonterías.

Y dirás que soy un exagerado, que el otoño tiene las hojas que caen del árbol y te ofrece una estampa única. No, eso son armas de destrucción masiva y pasiva, a saber, cuántos resbalones han provocado. Lo que te decía, yo del otoño desconfío mucho y hasta límites que ni te imaginas. No lo trago hasta el punto que me da a mí en la nariz que dura más de lo que nos quieren vender. ¿No te pasa?

dgelabertpetrus@gmail.com

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