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Asseguts a sa vorera

Teléfono de la esperanza

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Hace unos días llamé al típico número de información para que me solucionaran 2 dudas. Marqué, inocente de mí, pensando que mis inquietudes -las típicas que se resuelven en 5 segundos con un ‘sí' o con un ‘no'- no molestarían demasiado, serían de gestión y digestión fácil para la persona que me atendiese al otro lado y que nuestras vidas, unidas intensamente por el universo y el destino durante 15 segundos como si dos meteoritos chocaran, seguirían su curso independientemente uno de otro con respeto y en paz. Ya te digo, dos preguntas. Pues no, el covid-19 o no sé muy bien qué excusa, ha propiciado que ahora incluso tengas que pedir cita para poder llamar a ese número de información.

La situación fue bastante absurda porque el tiempo que perdimos los dos, ella y yo, sobre todo por mi parte mientras intentaba gestionar lo absurdo de la escena, fue muy superior a lo que hubiese tardado la muchacha en cuestión en decirme ‘sí' o ‘no'. Y no, no estaba llamando a un número concurrido y mediático, sino a uno de esos números que se ponen casi por compromiso en papeles con un tamaño tan pequeño que casi no logras identificar el número y que en el caso de las páginas web está tan escondido que casi tienes que sacarte un certificado de Formación Profesional en Hacker y Pirateo para encontrarlo.

La cuestión es que la mujer, que me imagino que a las 10 de la mañana ya había despilfarrado toda la simpatía que guardaba para ese jueves, me explicó que esa primera llamada era para darme una cita para una segunda llamada. No es que ella me tuviera que llamar, sino más bien me daba una orden para que la llamase yo. La llamé el 9 de diciembre y me emplazaba a llamarla a partir del 3 de enero. Del 4, a poder ser.

No soy muy de discutir, asumo las cosas, aunque muchas veces lo haga sin terminar de procesarlas y, como a muchos, me llegan tarde y mal la mejor de las respuestas posibles. Cuando ya poco se puede hacer. Y la cara de idiota que se te queda es de libro.

Me fastidió, para qué te lo voy a negar, que alguien abusara de su poder sin motivo alguno. Insisto, tengo comprobado que no es un teléfono ni un área en el que abunde el trabajo y colapse el sistema. Simplemente, no le dio la gana a esa persona hacer su trabajo, atender llamadas pidiendo información que consiste en contestar ‘sí' o ‘no'.

Pero bueno, si mi plan sigue su curso, en unos días seré millonario gracias al sorteo de Navidad, dejaré mi trabajo y pienso llamar a ese teléfono para pedir que me anulen la cita. Que tengo cosas mejores que hacer. ¿Te imaginas?

dgelabertpetrus@gmail.com

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