Una vez, hace años, Josep Maria Llompart me dijo que no podía dormirse sin antes leer durante un rato. Tenía que leer aunque fuera una página, o tres líneas. Josep Maria Llompart era un poeta y ensayista mallorquín, premio de Honor de las Letras Catalanas y padre de toda una generación de escritores. Se conoce que la lectura le distraía de todos los problemas del día y conciliaba un sueño reparador. De donde se infiere que la lectura es un entretenimiento, algo que muchos ignoran. Dicen los expertos que la lectura antes de dormir nos ayuda a desconectar del día y a combatir el aburrimiento. Es una ayuda contra el insomnio y el estrés. La lectura, además, mejora nuestra concentración y activa nuestra memoria. También nos ayuda a soñar mejor, supongo que dependiendo de lo que uno lee. Josep Maria Llompart no es el único que me recomendó leer antes de dormir. Algunos lectores empedernidos me dijeron que leer libros de tomo y lomo era contraproducente, porque al dormirse les caían sobre la cara y si eran muy gruesos el porrazo era poco aconsejable. En los casos de best-sellers de mucho peso, lo aconsejable sería acostumbrarnos a leer libros en formato digital, que no ocupan lugar, y además el dispositivo de lectura suele tener una luz, con lo que uno no molesta a su pareja. La fuerza de la costumbre prima mucho en estos hábitos. Alguien me dijo que no sabía dormir sin antes leer un poco, y que un día, estando de viaje, no tenía ningún libro a mano y se puso a leer el billete de pasaje, supongo que de barco o tal vez de avión. Una lectura lo bastante farragosa como para dormirse pronto. Supongo que en esos casos uno soñará con grandes viajes, porque ya sería mala suerte soñar con naufragios y despertarse gritando ¡que me ahogo!
Pero no todo el mundo se entretiene leyendo. Muchos tienen un televisor al pie de la cama y ven telefilmes. Los hay que son aficionados a series de detectives, que suelen ser muy truculentas, pero yo creo que eso no conviene demasiado, porque pueden provocar pesadillas. Otros suelen ver deportes, son tan «deportistas» que se sientan a ver todo lo que se juega a base de pelotas, aunque sean carreras de escarabajos peloteros. Para uno que no es aficionado, no hay nada tan soporífero como un partido de fútbol sin goles. Lo malo es que estos no suelen leer (pero existen excepciones) No son esclavos de la lectura, son esclavos de la intriga de saber quién la meterá más veces, y así se les pasan las horas y se forran los cracks.