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Café del mar

Quién puede matar un pueblo

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Consta que los vecinos de Fornells han levantado la voz y han intentado impedirlo por todos los medios, han aprobado mociones en el Ayuntamiento, se han manifestado, han enviado escritos al diario, que antes resultaba más efectivo que hablar con el alcalde, pero se lo han pasado todo por el forro. Ports de les Illes Balears, que les había hablado de participación ciudadana (algunos además se lo creyeron) y de que nada se haría sin consenso, les ha construido un chiringuito a pie de mar, una cantina, así lo llaman, en la capital de la caldereta de langosta, en el pueblo que en verano más bares y restaurantes tiene por metro cuadrado.               

Motivos laborales me llevaron el otro día al norte y aproveché para llegar a Es Pla y contemplar la nueva imagen de la fachada marítima. Es imperdonable. El edificio cuyo tamaño dijeron haber reducido y que sería muy chiquitín se levanta en modo pantalla blanca horadada en el centro para, intuyo, dejar ver el mar de la bahía al otro lado. Es probable que al ingenioso arquitecto o ingeniero del invento, que lo venderá como una estructura diáfana y respetuosa con el entorno, le premien luego en alguna de esas galas babosas del estilo de la celebrada el otro día en el Principal.

La afluencia turística era notable y buscaba refugio, qué remedio, en las calles que desembocan en la plazoleta de la iglesia. Era el 8 de junio y Es Pla, como ya han dicho los comerciantes, era un escenario de guerra. Máquinas, obreros, cemento, adoquines, polvo (sudor y hierro, el Cid cabalga) lo llenaban todo. También las mesas de los restaurantes de primera fila. Si los gobernantes, todos sin excepción, pregonan desestacionalización, ¿qué hacen con obras programadas en junio cuando han tenido para acabarla el invierno de siete años? ¿Qué intereses esconde ese edificio? ¿Quién es el responsable? ¿Por qué se ha construido contra la voluntad de un pueblo? Si Ports necesita oficinas, ya tiene la casa del contramaestre y si este edificio es ahora más apreciado para usos culturales, existe la opción de las casas de Millet y compañía recuperadas en aquel mismo entorno. Unas oficinas con cantina no justifican el brutal impacto paisajístico.

¿Por qué devolvió a la política la presidenta Francina Armengol a un conseller que recordamos como presidente del Consell en los tiempos de Cesgarden, los del mayor desgarro económico sufrido por una institución pública en la Isla? ¿No tenía a nadie más que Marc Pons con el que salir de copas a deshora en tiempos de la covid? La relación entre gobernantes y puertos levanta más suspicacias que sosiego, en las mesas de los jueces cada vez se acumulan más papeles. No extraña.

¿Dónde están los promotores de la ley de la biosfera, la propaganda de la sostenibilidad y su crisis egoísta? Dirán, lo han dicho, que no apoyan el chiringuito de Es Pla, pero no han dimitido ni se han hecho la foto todos sus cargos dispuestos al sacrificio de perder el empleo, la nómina y el aire acondicionado. Esta es de verdad una prueba de sostenibilidad y cambio climático, pero Fornells, al fin y al cabo, queda lejos, son cuatro votos fijos y no creo que ni aparezca en la Menorca Talayótica.

¿Dónde están los que se manifestaron y a la postre pararon los puentes de la carretera general con los viejos eslóganes qui estima Menorca no la destrueix, prou ciment y el demagógico consumo de territorio? Aquellas eran al fin y al cabo estructuras viarias para la mejora y seguridad general de la circulación, lo de Fornells es un edificio para burocracia, sumidero laboral habitual de los que suelen levantar la pancarta de aquellas protestas.

2 ¿Por qué el alcalde se ha puesto a las órdenes de Palma en vez de encabezar la oposición del pueblo? No debe haber leído o no conoce Xisco la historia del alcalde de Zalamea. Ha perdido una oportunidad de liderazgo, no pasan muchas como esta en municipios pequeños. Si    había intereses contrapuestos entre el pueblo y el cacique, dicho en el sentido del que tiene el poder, me temo que erró la elección.

En la cantina de marras se refleja todo el universo de contradicciones, muestrario de vergüenzas de la política de hoy. Añado una más. ¿Cómo explica la ministra Teresa Ribera y su séquito ministerial de la transición energética más las presidentas Armengol y Mora y los alcaldes sentados en primera fila presentando una Estrategia de protección de la costa de Balears? Esos estudios proponen ideas y acciones para frenar el impacto de la subida del mar por el cambio climático. Entre ellas, eliminar infraestructuras a pie de mar, justo lo contrario de lo que acaban de perpetrar en Fornells. ¿Qué credibilidad tiene todo eso?

A veces conviene que gobierne el PP. No habría hecho una cosa así, no por sensibilidad ambiental o estética, no le habrían dejado, no tiene patente de corso.

Fornells fue escenario del rodaje de «Quién puede matar a un niño», una hermosa película de terror del gran Chicho Ibáñez Serrador. Era 1976. Casi medio siglo después, ha inspirado «Quién puede matar un pueblo», un horror de película con pésimos intérpretes y guionistas.

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