Permítanme que me introduzca en sus vidas por un instante, pero hay algo que me corroe y debo soltarlo, aunque ya de entrada sé que lo hago por el bien común. No hay más cera que la que arde ni mechas que poner. Dicen algunos visionarios comentaristas que se nos viene un otoño caliente y no porqué vayamos a tener la energía a precios asequibles y todos calentitos en casa, sino más bien por todo lo contrario. Las tarifas eléctricas van a seguir subiendo, nuestro poder adquisitivo disminuirá y una gran mayoría va a tener que hacer nuevos agujeros en sus ya masacrados y vetustos cinturones. Yo ya he empezado a reservar mis velitas a la espera de que la luz solar baje de intensidad con el cambio de horario y nos veamos menos. Se que no será una solución a la falta de calefacción, pero ganaremos en intimidad porque ello hará que nos apretujemos más los unos con los otros u otras y ya se sabe que no hay nada como el calor animal, en este caso animal racional, término que no todo el mundo tiene a su alcance ya que lo racional de cada día escasea más. Con las velitas también podremos leer a medida que nos acostumbremos a jugar con las sobras parpadeantes como hacían nuestros antepasados. Pero ojo, compren sus velas cuanto antes porque parece ser que las abejas se están muriendo de sed y si no hay miel tampoco habrá cera entre muchas otras cosas más. Las mías iba a pedirlas para Reyes, pero me temo que ya sería demasiado tarde.
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