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A corre-cuita

Melones

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La gran mayoría de la población comparte los principios de la lucha feminista: las mujeres han de tener los mismos derechos y cobrar igual que los hombres, deben estar igualitariamente representadas en todos los ámbitos de la política, la sociedad y la empresa, tienen derecho a una sexualidad libre, a vestir como quieran y sin velos obligados y, por supuesto, la violencia machista es intolerable. Si eso es cierto, también lo es que existe una parte del movimiento feminista, muy minoritaria, pero también muy ruidosa e inquisitorial, que, al negar las diferencias biológicas entre los sexos y defender que el género es puramente una construcción cultural, distorsionan la realidad. Lo segundo es cierto, pero solo en parte y lo primero falso. La suma de una verdad y una falsedad es siempre una mentira.

Esa facción radical debería leer el libro «Testosterona», de la profesora de biología evolutiva Carole Hoove en la que se defiende lo que todos sabemos: «El sexo es real, es biológico y está en el cuerpo». Sin negar la importancia de la cultura en los roles de género y la igualdad de roles y derechos, la científica relaciona la testosterona con las diferencias de comportamiento entre sexos.

Lamentablemente en la ultraderecha hay muchos melones que se acogen a las diferencias biológicas para defender el rol tradicional de las mujeres sometidas al patriarcado, pero en el otro extremo del arco ideológico, ladran otros elementos curcubitáceos que en lugar de favorecer una causa justa, la perjudican.

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