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Crítica es libertad

Crónica de Madrid

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Llegar a Madrid es toparte, de repente, con esa España constitucional que todavía subsiste a pesar de los dislates políticos que la asedian. Para quienes procedemos de una tierra agarrotada por el localismo tipo ombligista, (ahora parece que ser talayótico es la culminación del destino en lo universal de la Isla), ahora, decimos, visitar la capital del Reino de España es toda una bocanada de aire fresco. La ciudad, en manos del liberalismo (antes con Aguirre y Cifuentes, y ahora con Ayuso) se ha convertido en el principal centro emisor de riqueza, progreso y desarrollo de España. Su cosmopolitismo es evidente, se palpa en sus calles e irradia cultura.

Por motivos profesionales, aún, llegué a Madrid el pasado miércoles 13 justo cuando el PP anunciaba su acto del próximo día 24 en protesta por la pretendida amnistía a unos chantajistas nunca arrepentidos de sus delitos y que, no disimulen por favor, solo es una compra de votos encubierta.

Y sucedió que aquel mediodía, ya en mi hotel, en Recoletos, todos los huéspedes nos sobresaltamos al oír el estallido de las alarmas del hotel: «¡Amenaza de bomba, amenaza de bomba!',' ¡Desalojen el hotel!» ... De repente se empezaron a producir escenas de pánico cinematográfico. Las escaleras se llenaron de gentes que huían despavoridas temiendo una explosión y su onda expansiva. Llegados finalmente a la calle vimos cordones policiales, ambulancias y artificieros de todo pelaje. Un retgiró tremendo (para los forasteros de Més y los ‘woke' lingüísticos, un ensurt) que se disipó al cabo de hora y media al anunciarse aquello de ¡falsa alarma!

Y la vida siguió. Y después de cumplidas mis obligaciones de la tarde decidí agasajarme por el sobresalto sufrido en el hotel. Me obsequié con una cena en El Pimiento Verde de la calle Castelló. Imprescindibles sus flores de alcachofa, sus espárragos Cohíba y su rape-sapìto con salsa bilbaína. La gripe china, la covid, ha cambiado muchas cosas y entre ellas está el adelanto de los horarios gastronómicos. Ya no es ‘unusual' (según cantaba Tom Jones) ir a cenar a partir de las 7 de la tarde (como los guiris). Muchos ya lo hacemos y también lo hizo aquel día Isidro Fainé (La Caixa, Fenosa y asiduo visitante a nuestra Isla en verano) que llegó minutos antes de las ocho, acompañado y bajo la aparente tutela de un ‘skin trajeado' que me malicié pudiera ser su personal coach o incluso su escolta, su ‘guardián en el centeno'.

Como voy de feria me gusta madrugar y deambular por las calles vacías de la ciudad. Me ayuda a concentrarme y a prepararme para una dura jornada. Estos días he paseado por Claudio Coello donde, ante el número 104, ETA voló el coche de Carrero Blanco o donde, en el actual 25, vivió y murió Gustavo Adolfo Becquer. Sí, me gusta pasear por las calles vacías de coches y sin que me distraigan los monumentos que transitan pausada y empoderadamente a tu lado. ¡Ojo! Hoy día no valen bromas. Cualquier mirada mínimamente lasciva o cualquier comentario pretendidamente inofensivo te pueden conducir directamente a comisaría. Sin más y porque una lo vale. O se lo cree. Pero, me aseguran,    que ya se atisba una reacción (como la que encabezó en Francia Catherine Deneuve contra las interesadas del ‘Me, too' muchas calladas durante años hasta su jubilación social). Si al parecer un grupo de mujeres estaría gestando una declaración en favor del orgullo biológico del tipo: «no nos importa que nos piropeen, que nos miren con un cierto deseo y que nos digan que estamos tan buenas como un queso. Somos mujeres, no hombres camuflados». Sí, eso dirá la próxima contraofensiva de las liberadas de la obligación feminista.

Madrid también está a la espera de que explote la bomba de la Torre de Babel que se detonará en el Congreso de los Diputados de España. De España. La nacionalista inquera que, asombrosamente lo preside, ha autorizado y promocionado con ahínco el caos oral y babélico en lo que sus afines multinacionalistas quieren considerar como un gesto prodigioso de clarividencia y responsabilidad. Y, llegados a este punto y ahondando en el cuadro clínico identitario ¿por qué no promocionar también los trajes regionales? Eso sí sería un avance progresista definitivo en defensa de los derechos culturales de los pueblos subyugados, etc. etc. etc. ¿Se imaginan Uds. a la tercera autoridad del estado sentada en la presidencia del Congreso disfrazada de mallorquina regional con un coc de cuixot en una mano y un gin tónic en la otra? ¡Qué imagen tan progre! ¿no?.

En Madrid también preocupa el estado clínico del PSOE cuyo procés particular agranda y agrava la división entre los históricos de la Transición y los nuevos histéricos radicales largocaballeristas. ¡Dios mío, qué lejos queda ya Suresnes y qué cerca estamos de Venezuela! Aquella proclama de ‘antes socialistas que marxistas' ha mutado en ‘antes sanchistas que socialistas'. Por cierto un día quise acercarme al Ramses pero no me atreví. Los enterados sabrán por qué. Sí, esto ha pasado en Madrid estos días. Ya ven.

Nota:

1- Recuerdo con mucho agrado la visita de Nicolás Redondo T. a Mahón para participar en el Foro de Iniciativa Cívica Mahonesa (ICM). Al día siguiente junto al amigo Luis Barca fuimos a tomar un aperitivo con él a Calesfonts antes de acompañarle al aeropuerto. Una personalidad desaprovechada.

2- ¿Qué opina el PSOE-Menorca sobre la amnistía?

3- Varios menorquines asistirán a la manifestación del 8 de octubre en Barcelona convocada por Sociedad Civil Catalana.

4- Finalmente no se permitió al exconseller de Cultura viajar a Ryad con todos los gastos pagados. Menos mal. ¿Quién le reclamará los fondos públicos en apoyo de sus dèries particulares?

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