Aunque el 23 de septiembre comenzó el otoño, debo confesarles que casi no me he dado cuenta de ello. Supongo que el motivo es que estamos en una época en que se nos obliga a estar pendientes de tantas cosas, que nuestro espíritu se halla adormecido y es incapaz de separar el grano de la paja. Yo no sé si éste otoño saldrán poetas capaces de llenar esos enorme huecos que existen en el convivir diario. Las hojas caerán porque la naturaleza sigue siendo capaz de mantenerse al margen de los tejemanejes de nosotros los humanos y pondrá su habitual sello de cubrir calles y plazoletas. Si en primavera se dice que la sangre altera, yo no sé si es por culpa del cambio climático, pero me da la sensación que las estaciones se acortan y se juntan una a otras aportando frio y tormentas cuando hace calor y temperaturas elevadas cuando debería ser más fresco y claro, aquí andamos con la sangre alterada en un tiempo anímico que debería respirar paz y tranquilidad. Culpables?, nosotros y ellos, nosotros por no saber tomar el camino correcto y ellos, por hacer todo lo posible en complicarnos la existencia.
Yo les invitaría a alojarse en mi castillo donde procuro tener bastante tiempo levantado el puente levadizo y accionados unos seis cerrojos, pero es que entonces seríamos multitud y tarde o temprano acabaríamos a garrotazos o siendo pasto de los cocodrilos de mi foso. Creo que es mejor que procuren ver como caen las hojas e intenten escribir algo poético, aunque no rime el intento ya habrá valido la pena.