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Con derecho a réplica

Lo que esconde un bolígrafo

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Cómo están queridos lectores? Espero que no se lo gastaran todo en el Black Friday, o en el Cyber Monday, y hayan dejado dinero fresco para las compras navideñas, para Papa Noel, para las rebajas, para la cuesta de enero, o para el último chollo que nos lance el sistema. Nos necesitan consumidores glotones e insaciables, tenemos que ser como cerdos truferos, pero en lugar de buscar el caro manjar buscaremos gangas, ofertas, liquidaciones, oportunidades, para que nos llegue a casa la última cosa que nos hará feliz definitivamente. Así que si hay que tirar de crédito se tira, todo sea por meternos un chute de adanismo como buenos yonquis de lo nuevo y porque la rueda de los hámsteres cargados de bolsas de compra no puede parar. Vivan Visa, Mastercard y American Express, las mesías que iluminan el camino del dios dinero, te alabamos y en tu nombre consumimos sin parar, amén.

Y después de esta diatriba (infantil) contra el consumo desaforado de este capitalismo feroz, de este capitalismo del desastre que nos han vendido como el único sistema posible, quiero bajar las pulsaciones de la pataleta para compartir con ustedes una reflexión (absurda) que pasó por mi cabeza cuando el otro día vi como regalaban bolígrafos a los clientes de una cafetería. Si tienen un par de minutos acompáñenme, sino déjenlo aquí, la reivindicación ya está hecha y seguro que hay cosas mejores que hacer para disfrutar de este puente festivo.

La camarera de la cafetería pasó por las mesas con una bonita taza de café llena de bolígrafos para que cada cliente cogiera uno. Cada cliente un mundo, cada cliente cargado con la mochila de su biografía, cada cliente único e irrepetible, cada cliente con sus defectos y sus virtudes le sacarían al bolígrafo las cosas que tiene escondidas.

2 Puede que alguno dibuje una hermosa viñeta para regalar a un amigo. Otro quizás firme una hipoteca, o un contrato de alquiler o de trabajo. Otro el «recibí» de alguna multa. Otro quizás escriba palabras que al juntarlas formen un cuento. Otro tal vez la lista de la compra, o una lista de deseos. Puede que alguien les escriba la carta a los Reyes Magos con sus hijos. O alguien deje un post-it en la nevera recordándole a su pareja lo mucho que la quiere y que tienda la lavadora.

2 Me dio por pensar, ya ves tú la ñoñería, que un bolígrafo puede encerrar la alegría de una bella historia de amor, o amistad, o la tragedia cuando firma una pena de muerte o una declaración de guerra. Y eso le da un poder inmenso a ese tubito hueco con su carga de tinta y su bolita metálica en la punta que gira libremente. Más poderoso que una varita mágica, e incluso, a veces, más poderoso que una bala. Porque con un bolígrafo puedes sembrar la semilla de una idea, el ansia de justicia y libertad, o puedes inocular terror con leyes que amparen genocidios, pobrezas crónicas, o explotaciones sin fin.

Claro que son pensamientos de boomer trasnochado, porque ahora tenemos firmas electrónicas, certificados digitales, claves Pin, reconocimiento facial, pantallas táctiles, teclado retro iluminado, inteligencia artificial y un largo etcétera de algoritmos, de ceros y unos, de lenguaje binario exento de humanidad que quiere desplazar al bolígrafo a las catacumbas de la Historia. Pero ojo, todo lo anterior necesita de un enchufe, y las historias escondidas en un bolígrafo solo necesitan de la mano de un humano, aunque mejor si va acompañada de raciocinio, empatía, solidaridad, imaginación y fantasía. Lúpulo y feliz jueves.

conderechoareplicamenorca@gmail.com

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