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Te diré cosa

Menú con rueda de molino

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Algunos de los caminos que conducen al error los he transitado, pero por pudor mencionaré en este artículo sólo uno (bastante penoso, por cierto). Para el resto valga mi reconocimiento de no haber conseguido evitar hacer el primo en varias ocasiones a lo largo de mi paso por este teatrillo tan ameno a veces, misterioso en ocasiones, acaso absurdo pero siempre complejo, que representamos a diario sin conocer al autor de la trama y muy posiblemente considerando director de la misma al en realidad asistente de dirección, quien -añadiría- actúa también como capataz.

Cojo aire y lo confieso: yo voté a Zapatero.

Un buen amigo mío, con quien solía polemizar, me aseguró un día que el muro de Berlín fue levantado por la RDA para evitar que los de la RFA invadieran el paraíso comunista. Dado que este amigo es un individuo leído, bellísima persona, solidario con sus amigos, buen padre de familia y honrado ciudadano, sólo me queda pensar que ha comprado un kit ideológico que le impide evaluar los hechos con un mínimo grado de claridad. Soy de los que opinan que comprar kits ideológicos no ayuda a las personas a comprender la realidad, las obliga a mirar hacia otro lado cuando las cosas no cuadran, a atender solamente los mensajes que corroboran el articulado de su kit, a repetir consignas en lugar de usar argumentos, a etiquetar en vez de estudiar y comprender. En fin, yo diría que si compras un kit la has cagado. Son baratos, sí, pero suelen ser de escasa calidad.

Zapatero dice ahora que lo de la amnistía, las citas en Suiza con alcahuete incluido y demás movidas rocambolescas son buenas para España a pesar de que no se implementaron durante los cinco años que Sánchez pudo haberlo hecho, mientras más bien repetía insistentemente durante ese periodo que eso era inconstitucional y que no se produciría.

Este sindiós se parece mucho a lo de interpretar el muro de Berlín como garante de que los del lado occidental no pudieran entrar al oriental a gozar de su envidiable vida.

La diferencia entre mi amigo y Zapatero es que este último no ha comprado un kit: lo vende. Sabe perfectamente que sus proclamas en formato mitinero en torno a este asunto son pura basura.

¿Por qué lo hace entonces?

Buena pregunta. Sus razones tendrá, sin duda. Quizás poco confesables.

Él, como muchos de los votantes de Sánchez, sabe que todo ese cuento es solamente uno más del libro de fábulas que tienen puesto a la venta con tanto éxito en los medios subvencionados (con nuestro dinero) por el gobierno.

El no coleccionar kits permite pensar libremente. Puede uno sacar conclusiones del tipo:

Que Corea del Norte sea chunga no hace que EEUU sea justa. Que Hamas sea terrorista no implica que Israel tenga derecho a hacer una masacre descomunal, y en este sentido que Sánchez sea un enorme embustero no impide que haya dicho una verdad a Netanyahu. Que Putin sea un tirano no implica que Zelenski sea un gran tipo ni desmiente que EEUU se cuente entre los beneficiarios de la guerra en Ucrania y que Europa sea (junto a Ucrania) la gran pringada. Que el comunismo haya demostrado que trae ruina y represión allí donde se implementa no implica que el fascismo sea deseable. Que Yolanda Díaz diga frases confusas e infantiles que pretenden querer comunicar que está en posesión de la fórmula mágica no significa que quien no esté de acuerdo con ella sea automáticamente un facha. Que la calle esté mojada no implica que haya llovido (permítanme esta guasa para desengrasar).

Si uno acepta esta lógica no necesita comulgar continuamente con ruedas de molino, lo cual es muy saludable. Es por esto que hago proselitismo sobre la idoneidad de desprenderse de los kits sociatas, peperos, voxeros y sumeros (no incluyo a los nacionalistas porque imagino que no aceptan consejos de un ser inferior -mis apellidos me ubican en esa categoría-). Si uno encuentra ingredientes saludables en el menú (por lo demás poco apetecible) del antagonista, puede incluirlos en el suyo propio mejorando su dieta. Los de su secta se lo reprocharán (tema kit) y ese será el momento de decidir: comer sano o masticar rueda de molino.

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