¿Cómo están queridos lectores? Quedan muy poquitos días para que se acabe el año y esta barrera psicológica puede ser complicada de pasar. Vale, sabemos que nuestro calendario gregoriano no deja de ser una regalito barra inventito del papa Gregorio XIII que dijo que contáramos el año uno a partir del nacimiento de Jesucristo, y dijimos, vale Grego tira, si hemos tragado con lo de los panes y los peces esto está chupado. Pero si hubiéramos nacido en China nuestra forma de contar los años sería otra y ahora mismo estaríamos cerca, ellos celebrarán año nuevo el 10 de febrero, de entrar en el año del Dragón. Que si es por mí, la misma credibilidad tiene una lagartija gigante echando fuego por la boca, que una paloma dejando embarazada a una mujer virgen. Como radical defensor de los procesos imaginativos vamos con todo.
Sea como fuere nos vemos un año más obligados a hacerle un llamamiento a la población (lea las siguientes líneas como si tuviera un megáfono). «Terrícolas, no hagan balance del año que está a punto de irse. No hagan una lista de propósitos para el nuevo año. Regodearse en el pasado, o gastar tiempo en crear expectativas para un posible futuro, es una auténtica pérdida de tiempo que no conduce a nada bueno. ¿Dónde están los agoreros que decían que el mundo se acabaría en al año 2000? ¿Dónde están los ingenuos optimistas que decían que después de la pandemia del 2020 saldríamos mejores? Seguramente en sus casa llorando desconsolados por su fracaso. Por eso nosotros decimos que no tienen que ver el vaso ni medio lleno ni medio vacío, es más, que ni si quiera hace falta ver el vaso, porque todos sabemos que la cerveza en botella también está muy rica. Terrícolas, que le den a Nostradamus. Terrícolas, que le den a Mr. Wonderful. Como dijo nuestro gran líder intergaláctico John Wilson, hay que pasar por la vida ayudando todo lo que se pueda, intentando no joder a nadie, y pasándolo lo mejor posible. Terrícolas, corto y cambio, que Mercurio está retrógrado y a mí me ha dado un apretón».
No soy yo quien, dios o un dragón me libren, de contradecir al gran líder intergaláctico, sin embargo, me voy a meter sin botas en unos charcos para no perder la costumbre y además me voy a desdecir a mi mismo respecto a lo que escribí en los primeros párrafos. Voy a cerrar pidiendo dos deseos, aun a riesgo de parecer una candidata a miss mundo, vamos con ello después del punto y aparte.
Primer deseo, ¡que pare ya el genocidio en Palestina!, por el dios que más queráis pero que pare. Y por extensión las guerras promovidas por los neoliberales a los que cada año que pasa desprecio más y más por el terrible daño que hacen. Esta gentuza amamantada a los pechos ideológicos de la escuela de Chicago la han liado parda, durante años, desde Chile y Argentina, hasta Afganistán, Iraq, Polonia y Rusia, pasando por Sudán y Sierra Leona. Segundo deseo, hay que frenar en seco y revertir la enorme brecha entre los explotadores y los explotados. Los muy ricos, los de verdad de la buena, están desatados y si no se les para un poquito los pies el mundo apocalíptico descrito por Orwell nos parecerá un cuento de hadas.
Cerramos que hay que arrancarle otra página al calendario. He disfrutado de este lindo camino que hemos recorrido juntos. Ya veremos lo que nos depara el 2024, porque lo único que hay seguro es que el poder antiinflamatorio, antioxidante y antibacteriano del lúpulo no lo discute nadie. Por lo tanto, mucho lúpulo y feliz año.
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