Sin dotes para el funambulismo, que a veces exige usar una pértiga de hasta 20 metros y 30 kilos de peso, bien equilibrada como si de los extremos colgasen dos males menores idénticos, es muy difícil vivir hoy en día. No solo hay que hacer equilibrios presupuestarios, ideológicos, verbales y hasta conceptuales antes de dar un paso, sino que debido a los vendavales políticos de la actualidad, mantener ese equilibrio sin caerse y partirse la crisma es cada día más complicado. Hagas lo que hagas, no te desequilibres, decían nuestros abuelos. Mi abuela, al menos. Porque además de caerte, te convertirás en un desequilibrado, lo que tiene connotaciones muy peyorativas. Quizá esto valía entonces, hace un siglo, pero estos tiempos están tan desequilibrados que ya solo nos queda el funambulismo verbal, como al Gobierno, o las pringosas jergas repletas de ambigüedades de los sociólogos.
Por suerte, tenemos el magisterio de la Iglesia católica, y su sabiduría de dos mil años en cuestión de contorsiones lingüísticas, maniobras de evasión y el supremo arte del sí pero no. Qué ejemplo nos han dado, con esa novedad revolucionaria de bendecir a las parejas homosexuales, o Lgtbiq+ en general. Según el documento Fiducia Supplicans de la Congregación para la Doctrina de la Fe (el Santo Oficio), ya pueden ser ritualmente sacralizadas, aunque eso sí, descartando de manera tajante que eso tenga algo que ver con el matrimonio. Un sí pero no de tamaño catedralicio, que como todos los equilibrios rituales (y conceptuales) de este pontífice, ha dejado embelesados hasta a los ateos. Inexplicable, la potra progresista que tiene el papa Francisco. Y buen momento estos días posnavideños para hablar de bendiciones. Nunca supe qué era bendecir, y ya empiezo a entenderlo. Que al menos no te maldicen. Un prodigio de funambulismo verbal. Eso sí que es hacer equilibrios, con pértiga de 30 kilos. Que aprenda nuestro presidente del Gobierno, atribulado equilibrista. Por lo demás, la Iglesia ha bendecido toda la vida a los animales, por San Antón o San Francisco de Asís, así que tampoco es para tanto este giro pontificio. Salvo por la gran lección de equilibrismo. A mí que no me bendigan, por favor.