No es que sea muy exigente conmigo mismo, pero me niego a que mi espíritu se asfixie y de rebote mis dolencias físicas se acrecienten. El ambiente que me rodea y me atrevería a decir que nos rodea a todos, bueno, no a todos, los fabricantes de esas asfixias parece ser que ni les va ni les viene, que no sienten ni padecen y se limitan a decirnos que los culpables de todos nuestros males somos nosotros mismos, el ciudadano de a pie, el sufrido contribuyente con muchas obligaciones pero con escasos derechos. Y es que sin beberlo ni comerlo no hay semana que no nos caiga algún rayo exterminador que nos deja hechos polvo y sin entender los motivos.
Ahora estamos con el tema mascarillas. Quién me iba a decir que por el covid y después de haber sido como encarcelados en nuestros domicilios, aterrorizados por lo que iba pasando, saliendo a nuestras ventanas para aplaudir las heroicidades de nuestros sanitarios que luchaban sin medios y escuchando al Dúo Dinámico cantándonos que resistiéramos, se nos descubre ahora que paralelamente a la muerte y desesperación, había una serie de mangantes que estaban haciendo su agosto. Debemos exigir porque tenemos derecho a ello, que la justicia haga su papel y se recupere todo el dinero mal invertido. Quiero, queremos volver a respirar aire fresco y puro.