¿Sabes? Yo corro porque me hace feliz. No huyo de nada porque nada de lo que tengo detrás me asusta y, si te soy sincero, intento correr más lejos que rápido porque estoy convencido de que lo que me espera por encontrar es fantástico y cuanto más camino recorra, más cosas veré.
No corro porque sea una moda pasajera, corro porque me ayuda, por ejemplo, los viernes, a escribir estas líneas, como también me ayuda a ordenar las tropecientas ideas que me intentan colapsar a ratos. Parece mentira, pero lo que a la vez me relaja, también sirve para concentrarme.
Correr me ha aportado solo cosas muy buenas. Me he descubierto a mí mismo soñando retos, entrenándolos y preparándolos, y luchándolos para hacerlos realidad. Me ha enseñado una versión de mí mismo que no creo que hubiese conocido teniendo otros hobbies. He aprendido a no rendirme cuando todo lo que me rodea invita a hacerlo. Me ha enseñado a tener la paciencia necesaria para saber que la distancia entre lo que quiero conseguir y lo que hago se llama constancia, sacrificio y entrega.
Es cierto que correr es peligroso. Tienes un alto nivel de posibilidades de que te enganche fuerte y acabes cambiando tus rutinas, haciendo cosas que no te imaginarias nunca. Como, por ejemplo, levantarte a las 5 de la mañana un sábado o un domingo, para comer una barrita energética, una tostada insípida y un líquido que tiene un color estrambótico y que dicen que es energético, cuando hasta no hace tanto, a las 5 era la hora de volver a casa si la noche era floja y te comías un bocadillo de pilotes en Cas Moro y luego algún cruasán recién hecho en Can Senyalet.
No es que te vuelvas idiota, pero casi. Aunque para tranquilizarte te diré que no es de golpe, el cambio es progresivo, y a veces incluso le da tiempo a tu entorno a hacerse a la idea y adaptarse. Que no es fácil…
Pero no quiero entretenerte ahora, que quizás ya estás en el gremio y estás a punto de salir a echarte unos kilómetros, a quemar zapatilla… O te estarás descojonando o desovariando de que existamos una panda de tarados y taradas que hagamos esto. Pero un día lo probarás y entonces sabrás de lo que te hablo.