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Desde el Senado

La democracia soy solo yo

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La farsa de Pedro Sánchez durante cinco días ha sido simplemente una estrategia política, pensada para su propia supervivencia política, teniendo en cuenta que la próxima semana hay elecciones en Cataluña, y sobre todo ante, unas elecciones europeas donde tiene malas expectativas. Lo que ha hecho Sánchez es la máxima expresión del yoísmo. ¿Cuántos ciudadanos pueden permitirse faltar cinco días al trabajo para reflexionar sobre su futuro?

Los españoles merecen mucho más de una persona que ostenta la presidencia del Gobierno, pero por desgracia, la realidad parlamentaria es que tenemos a un Gobierno con unos apoyos parlamentarios frágiles, que dependen de los independentistas catalanes y vascos, y claro, eso significa debilidad y no poder aprobar ni tramitar nada sin su beneplácito. Por eso, en los meses que llevamos de legislatura no se ha aprobado prácticamente nada. Bueno, una cosa sí, la amnistía, moneda de cambio de la silla de la Moncloa. Esa es la tozuda realidad.

De todo lo que ha pasado estos días, me quedo con dos cosas: primero, la escasa movilización social para defender a Sánchez, y segundo, la explicación de esa escasa movilización a través de las palabras de Pablo Iglesias, que todos ustedes conocerán, que dijo textualmente que «Pedro Sánchez ha hecho el ridículo». Por una vez, estoy de acuerdo con Iglesias. Es más, creo que lo vivido estos días es una falta de respeto a todos los ciudadanos de este país.

Es una mentira que hoy haya más tensión que en otras legislaturas. ¿Acaso no nos acordamos cuando Rajoy ganó las elecciones generales de 2011 y la izquierda más radical rodeó el Congreso? ¿Acaso no nos acordamos de los cientos de escraches sufridos por miembros del Partido Popular y otros partidos, en los que se intentó amedrentar a personas en sus domicilios con sus familias dentro, incluidos niños pequeños?

Pedro Sánchez no tiene credibilidad para luchar contra los bulos, cuando él es una fabrica de bulos, por ejemplo, cuando todos sus ministros llevan atacando a la presidenta de la Comunidad de Madrid desde que empezaron las detenciones del caso Koldo que afecta al PSOE. La izquierda, que ahora pretende acabar con los bulos, ha acusado de corrupción a Ayuso, a su hermano o a su padre fallecido, cuando ninguna denuncia contra ellos ha prosperado. ¿Acaso no recuerdan cómo la izquierda colgó una pancarta de varios centenares de metros con la cara del hermano de Ayuso? ¿Dónde estaban entonces los defensores de «no atacar ni involucrar al entorno familiar»?

Sánchez tiene mucho miedo a los medios de comunicación que no controla y a la independencia de los jueces, que simplemente están investigando el caso Koldo, el caso de corrupción socialista. Esto no es una lucha contra el fango o contra los bulos, porque todos recordaremos cómo una ministra del PSOE ha utilizado en el Congreso esos bulos contra la mujer de Feijóo, mientras Sánchez, sentado al lado, amenazaba con un «habrá más».

No se engañen, esto es una campaña perfectamente orquestada para difamar al adversario político, a los jueces, y a la prensa no afín. Su victimismo tan solo demuestra su fragilidad parlamentaria y una obsesión muy preocupante, utilizar lo que haga falta, incluso medios públicos como el CIS para atacar a la independencia judicial y a la libertad de prensa, tics que hemos visto en regímenes autoritarios.

Este teatro que ha montado nunca ha ido sobre salvaguardar la democracia, siempre ha ido sobre su ego y su ambición desmedida por ser el protagonista, sino piensas igual que Sánchez ya no eres demócrata. El teatro egoísta de estos días ha llevado a España al ridículo internacional y le da absolutamente igual, porque la prioridad de Pedro Sánchez es muy clara: primero él, después él y finalmente también él.

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