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Te diré cosa

Tiemblo (que no es poco)

| Menorca |

Comprendo la dificultad que entraña verse atrapado entre la espada y la pared. Si yo fuera por ejemplo periodista de un medio extorsionado por el poder, y el pago de mi hipoteca dependiera de que el otorgador de mi nómina me exigiera una adhesión incondicional al relato oficial, no siendo yo un héroe, me vería impelido a ceder. Y tragaría.

Entiendo menos la posición de opinadores intelectuales, que, pudiendo razonar y expresarse con libertad (de momento), eligen la doctrina frente al análisis de evidencias, tantas veces imposibles de camuflar.

Algunos ejemplos ayudarán a explicar mi punto de vista.

El hecho de que se destapara la Gürtel quizás se debió al fuego amigo;

¿Qué importa?, lo relevante es que alguno de los que robaban nuestro dinero fueron puestos a disposición judicial. Sucede lo mismo con Urdangarín o los EREs andaluces. Me importa un pito quién pusiera las denuncias. Me importa que algunos de los que nos robaron, se vieran castigados por la justicia. Desgraciadamente, dicho sea de paso, el monto de lo que nos sustrajeron no ha sido (ni será) restituido.

Este criterio me sirve para el asunto begoñil. Poco me importa quien denuncie los hechos, lo relevante es saber si en su proceder existe un delito o solo una concatenación de circunstancias (que nadie niega) extraordinariamente llamativas que se debe a la mera casualidad.

Pregunto a esos intelectuales a quienes interpelo: ¿A ustedes no les interesa saber la verdad, al margen de quién la saque a la luz?

Cuando he sabido que quienes celebran en Bradford (UK) el triunfo electoral de un partido islamista declaran a gritos que la sharía debe ser la ley que rija la conducta de los británicos, mi cerebro no se pone a buscar si eso va a ser criticado por Vox, o por Roberto Vaquero (comunista suigéneris). Me da igual quien lo apruebe o critique. No acepto que sea la religión (ninguna) quien dicte las leyes de mi país.

Si alguien me pregunta lo que opino sobre la devastación de Gaza por el ejército israelí, lo calificaré de genocidio. Si a esto alguien me responde que opino lo mismo que Yolanda Díaz (a quien ubico en los límites de la sandez), o coincido con Pedro Sánchez (a quien considero el mayor y mås descarado estafador de occidente) y alguien me recrimina la coincidencia, les responderé que me importa un pepino, porque mis opiniones (que no son inmutables, añadiré) se construyen a travésėde la observación, del cuestionamiento, de lo aprendido mediante lecturas, conversaciones, en mi familia, en la escuela, en la vida... También van trufadas de dudas. Soy libre por tanto de coincidir con Pablo Iglesias (a quien tildo de engañabobos) si acusa al PP de Rajoy de corrupto («sé fuerte») a la vez que coincido con Abascal cuando recrimina al podemita que eligiera una «solución habitacional» idéntica a la que habia otorgado en sus filípicas progres la condición de «castosa». Sin embargo no opino como Abascal cuando saca la «cruz» (la religión de nuevo) para condenar el aborto, y en esto coincido posiblemente con Otegui (a quien despreció como persona).

Que Trump sea un tipo peligroso no me hace pretender que Biden sea mucho mejor: apoya a Netanyahu, malmete en Ucrania contra los intereses de Europa, vende sus armas y su gas con soltura sin importarle las vidas de quienes sufren sus políticas. En estos criterios coincidiré con algún facha y con algún progre: no me preocupa.

Sin embargo cuando menciono alguna de estas ideas no falta quien se precipita, no a rebatir con argumentos, sino a tacharme de facha, rojo, antisistema, conspiranoico, equidistante, tibio... sospechoso en todo caso.

Obviamente, no todo lo tengo claro: no tengo por ejemplo formada una opinión sobre el estatus que debe tener el poder judicial. Me explico: si éste tuviera la última palabra en solitario, estaríamos en sus manos, y la hemeroteca nos muestra muchos asuntos turbios que han quedado enterrados utilizando ese poder. Por otra parte, que el gobierno de turno maneje a los jueces, sumado al manejo del legislativo convierte a España en todo menos una democracia.

¿Podré seguir expresando lo que pienso?

De momento tiemblo

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