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Asseguts a sa vorera

Mentiroso peligroso

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A ver, ¿cómo funciona esto? Más que nada para que me quede claro y que no esté haciendo el tonto y sea el único que no se aproveche. Hasta ahora lo importante era hacer las cosas bien porque si no el implacable peso de la justicia podía caer sobre ti y ahora lo importante es hacer las cosas que te den la gana independientemente de la moralidad mientras consigues cambiar la justicia para que esta haga lo que quieres y no lo que debe. ¿No? Pues menudo mensaje les queda a las futuras generaciones.

Sí, ya sé que seguir las normas, pensar en el bien común e intentar ser un ciudadano que cumple está obsoleto, es viejuno y está pasado de moda, pero quizás es una opción mejor que ser un despojo social. Que a mí también me entran ganas de no pagar mis impuestos, ¿eh? O de saltarme alguna norma a la torera, pero me contengo pensando en el bien común…

Ahora ya da igual. Lo importante es hacer lo que sea para conseguir lo que quieres, aunque sea banalizar la justicia. La verdad es que todo lo que está pasando es triste, debería ser inadmisible y, lo peor aún, es irreparable. Hemos llegado a un extremo que no tiene retorno y al piloto del asunto se la trae floja. Y para nada, porque no han pasado ni dos días de la aprobación de la ley de Amnistía para que los amnistiados digan «y si no me haces presidente en Cataluña, rompo contigo».

Menuda sorpresa. Irónica, claro. Resulta que a todos aquellos que decían que les daba igual todo lo que no fuera su petición, verdaderamente les da igual. ¡Ay caramba! Y la barra libre sigue abierta para que el que quiera pida lo que se le antoje mientras el camarero se lo sirve en bandeja de plata. Ya se sabe, cada uno vende su integridad al precio que más le interesa.

Lo que nos debería preocupar más de lo que hace es la facilidad que tienen algunos para hacer lo que han perjurado que no harían porque la pregunta es fácil y terrorífica: ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar? Porque el ridículo presidente de España y su ridículo equipo de ministros son imprevisibles. Son capaces de hacer lo que te aseguran que no harán y no hacer lo que se comprometieron a hacer.

Y mientras tanto lo sufrimos todos. Porque los criminales deben pagar sus crímenes y en esta farsa han salido premiados. El mensaje que queda es que importa más hacer lo que quieres que lo que toca, aunque esté por encima de la justicia. Y eso es peligroso. Incluso para el mentiroso más peligroso.

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