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Tribuna

¡Oh, sorpresa!

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Cuando la tercera parte de la población es expulsada de un país, que no otra cosa que expulsión es la emigración forzada, no es sólo que las cosas en ese país no anden bien, sino que el Estado que lo rige no es exactamente el Estado del país, sino su principal enemigo. Nicolás Maduro, que controla todas las instituciones estatales de Venezuela no es, desde luego, el que ha inventado ese sindiós, pero sí, probablemente, su mantenedor más burdo. ¡Oh, sorpresa! ¡Maduro, reelegido! ¡Quién podía imaginar semejante cosa! Los dictadores sienten, como se sabe, una férvida inclinación por las «formas» de la democracia, pues al suponer que ésta es una mera cuestión de formas, de apariencias, acuden de vez en cuando a ellas para validar sus satrapías. La principal «forma» son las elecciones y, muy de su gusto también, los referéndum. Franco organizaba alguno que otro para lograr ese 99,9 por ciento ful de votos favorables que le dejaba tan contento y, en cuanto a elecciones, ahí tenemos a Vladimir Putin que se apunta a todas, bien que tras haber dado matarile a sus opositores.

Maduro no iba a ser menos, y cuando ha visto que para sobrevivir viene bien ese somero blanqueo de las urnas, las ha ganado tranquilamente con el auxilio mágico del diminuto librillo ese que blande a todas horas, del espíritu del pobre Chávez convertido en un pájaro que se posa en su hombro y le susurra al oído, de su afecta Junta Electoral y, últimamente, según dice, de la Santísima Trinidad. No es necesario recordar que para conocer un resultado electoral hay que contar los votos, uno a uno, pero Maduro no permitirá, por mucho que le apriete la comunidad internacional, que se cuenten. ¡Hasta ahí podían llegar las «formas» democráticas! Él ya ha hecho sus elecciones presidenciales, e incluso ha concedido en ganar por poco, un 51,2%, pero contar los votos sí que no, que eso es cosa del Maligno. Tal vez Rodríguez Zapatero, que cuenta con una oportunidad única para reivindicar esa su neutralidad en los asuntos de Venezuela tan puesta en duda por la derecha, podría plantarse ante Maduro y exigirle decencia. Es mucho exigir, sin duda, pero ser un mediador neutral consiste en eso, sólo en eso.

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