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tribuna

Turismo de récord en Balears

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Récord de turistas, que supondrá llegar a los 20 millones este año (es más del 20 % del total de turistas llegados a España); incremento del gasto turístico; saturación tangible, sin discusión, en zonas concretas de las islas. Y previsiones que van a más. En paralelo: cúpulas empresariales señalan que la temporada no ha ido tan bien como se había previsto; mientras los sindicatos hablan de cargas excesivas sobre todo en camareras de hotel. Pero no únicamente. Problemas en las derivadas del mercado laboral, con cifras igualmente de impresión: más de 650 mil afiliados a la Seguridad Social, con el contraste de enormes dificultades para el acceso a la vivienda, tanto en el terreno de las adquisiciones como de los alquileres. Beneficios previsiblemente altos, y salarios más contenidos que se desprenden de una importante cuota de horas trabajadas, según los datos más recientes de la EPA. Una productividad aparente del trabajo –que ya incorpora trabajo en el sentido estricto, y capital– que es alta, que no viene acompasada con la evolución salarial. El debate está abierto, y se impone la aportación de datos robustos, explicando las metodologías aplicadas.

Seguimos, en este contexto, divagando sobre la diversificación de la economía balear, con escasas contribuciones que ayuden a entender hacia dónde puede ir la estructura económica de Balears. Hemos insistido en varias ocasiones en un sentido concreto: que la economía de las Islas presenta signos de diversificación más claros de lo que presuponemos; pero no acabamos, todos, de poner el cascabel al gato.

¿Cómo calcular esto, qué proyectos de investigación podríamos iniciar, proseguir y/o desarrollar? El punto de partida, sea cual sea la decisión que se adopte, pasa por un factor clave, que también hemos reiterado: el liderazgo público, en colaboración con el sector privado y con los agentes económicos y sociales. Esto infiere un escenario: poner luces largas, una mirada más amplia que huya del cortoplacismo que es el que suele impregnar los diagnósticos, más escorados a retóricas de carácter coyuntural.

Al final, es esto último lo que impera en las decisiones de política económica. Esto es lógico: el día a día es crucial; pero en el contexto en el que estamos, de incertidumbres de todo tipo, trabajar con ópticas de medio y largo plazo debería estar presente en el portafolio de los partidos políticos y de las administraciones. Algo que, por cierto, se están planteando muchas instituciones públicas y privadas de todo el mundo, que tienen perspectivas de trabajo en horizontes que van más allá del 2030. No se persigue, con esto, especificar un futuro que, por definición, es desconocido; sino anotar líneas de actuación a partir de la realidad de hoy, la que conocemos, sobre baterías de datos que están disponibles.

Necesitamos más trabajos de campo: más investigación (porque sin esto la simple intuición no basta) y más gobernanza, es decir, la cooperación cívica y económica. No partimos de cero. Hay mucho trabajo ya hecho, que va más allá de declaraciones retóricas, de laboratorio, de encapsulamiento. De nuevo, hace falta una voluntad política, ahora ausente.

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