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Xerradetes de Trepucó

En memoria de la aeronáutica naval

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En ocasiones me pregunto ¿qué hubiera sido de mí de haber nacido varón? Mi infancia transcurrió de lo más normal, alterné    juegos de niñas, y a la vez ayudaba a mi padre a la salida del cole, sujetando una culata mientras él esmerilaba válvulas, o sosteniendo un pistón al introducir los aros. Él iba fumando el puro caliqueño, jamás me explicó cuentos de cenicienta u otros, pero sí historias de veleros, de embarcaciones y, principalmente de su estancia en la Aeronáutica Naval y de la Hispano Suiza.

Fui missatgera, yendo y viniendo de casa Guillermo Orfila, Rafael Roselló, al taller de los hermanos García, o los talleres Manent. Todos sabían de haber preferido un varón, un Jaume, mas desde el primer momento de salir del vientre de mi madre, me aceptó. Explico todo esto por la deria que siempre demostré por el mundo del motor, embarcaciones, baixamar... Y al mismo tiempo soy una fémina por los cuatro costados.

En invierno me solía dormir en brazos de mamá Teresa mientras él intentaba paliar mis manos repletas de sabañones, con su talante iba explicando el paso por la Aeronáutica Naval, empujado por uno de los hombres más importantes del lugar, el director de la escuela, el entonces capitán de corbeta el mahonés José María Cardona, hijo    del cocinero de Can Dinaret. Solía repetir anécdotas del aeródromo del Prat y de la base de hidros, del «Dédalo» y los servicios a los hidroaviones.

De los talleres de reparaciones con que contaba aquel buque, el banco de pruebas de motores que tanto fascinaban a Gori, la fábrica de hidrógeno, lo más moderno y novedoso para aquel muchacho pueblerino de apenas 14 años, y la suerte de poder quedar en el lugar al obtener un primerísimo puesto en los exámenes. Y más tarde su incorporación en la Hispano Suiza.

Hoy ante mí, disfruto de uno de los tesoros de Gori, un    libreto de «La Aeronáutica Naval», publicada por la Revista General de Marina 1963, escrita por el capitán de navío D. Rafael de la Guardia y Pascual del Pobil. Me enorgullezco al leer la dedicatoria, tan simple y sencilla, que dice así: «Con todo afecto», firmado por el propio D. Rafael. En su interior se encuentran personajes que    tanto influyeron en mi padre, especialmente Dº. José M. Cardona.

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