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Oraciones

No te expliques, capullo

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Hace una semana desde que estalló el hediondo caso Errejón, y todo está dicho y repetido miles de veces, un vocerío atronador, un bocado exquisito para las derechas, otro motivo para el lloriqueo de las izquierdas. El tiempo pasará, siempre lo hace, y sea cual sea el desenlace, algún día todo este escándalo y su viscoso protagonista serán olvidados, pero lo que jamás podremos olvidar son las explicaciones de los hechos que el propio Errejón dio la semana pasada.

En estas cosas hay un dogma universal, que lo mismo sirve para mafiosos que para gilipollas. La vieja ley del silencio. Si te trincan, cállate. No digas nada, desaparece por un tiempo. Pero parece que no hay forma de que ciertos capullos líderes se callen, y éste se explayó. «He llegado al límite de las contradicciones», aseguró. «La política genera una subjetividad tóxica», dijo con tono profesoral de politólogo dando clases, «se emancipa de la empatía». «El patriarcado multiplica esa toxicidad», insistió mientras seguía cavando su propia fosa explicativa. Dando a entender que la culpa no fue suya, sino del puto patriarcado que también le emancipó de la empatía. Cosas de la presión política, al parecer. Y eso que el tipo, además de líder político y fundador de partidos, es politólogo titulado. Vaya mierda de politólogo, por cierto, si no sabe que tales explicaciones, aunque incomprensibles, serían la muerte política de cualquiera.

Errejón hablaba de sí mismo en tercera persona y en general, como si fuese un fenómeno atmosférico, y si bien ni siquiera se disculpó, mientras reconocía ciertos errores seguía sermoneándonos. Inolvidable lección magistral, sí. Luego recurrió a la salud mental, claro está, tema que lidera y del que es un experto, pero ya era tarde porque nos sabemos de memoria su mentalidad. ¡Echarle la culpa a la política! ¡Al frenesí de su liderazgo! ¡A la salud mental! Todo el mundo tiene derecho a buscar excusas (no me acuerdo, fue sin querer, no me podrán probar nada, etc.), incluso a negarlo todo, pero jamás habíamos oído excusas tan ridículas. Excusas de capullo. Si se hubiese callado habría quedado muy mal, pero no contento con eso, ha conseguido quedar infinitamente peor. Pase ahora lo que pase. Y mira que la regla es universal y conocida. Nunca des explicaciones, capullo.

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