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Un lugar para disentir

El caso Errejón

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A ZP le crecieron los enanos. Ahora es a Pedro Sánchez a quien le crecen. Y la nariz, y las sospechas de corrupción, y el #MeToo… Y él resiste. Su manual parece dar sus frutos, aunque no fuera escrito por él. Tal vez, por eso mismo.

Mientras, la maquinaria gubernamental a su servicio y al de la doña, actúa para contrarrestar el fango propio: Control férreo de la televisión pública; Oficiales generales que supervisarán las investigaciones de la Guardia Civil y combatirán la maquinaria de los bulos anti-Sánchez; eliminación de requisitos para el acceso a las unidades adscritas a la Policía Judicial... Vamos, desmontar las estructuras de lo que aún queda del hipotético Estado de Derecho y de la independencia funcionarial.

Mientras, todo sigue su curso, más rápido, más lento. La nueva normalidad de la que nos prometieron que saldríamos de la pandemia, sigue dando sus frutos. Aun así, la semana pasada saltó la bomba. Otra bomba. El niño mimado por los medios había hecho de las suyas. Muchas suyas, según parece.

Íñigo Errejón dimitió de la política.    La persona y el personaje no andaban a la par. Excusa barata y, sobre todo, victimista. Machista, horas después. A su vez, el escándalo Errejón estalla. Causa efecto. Efecto causa.    Su caso estalló cuando la periodista Cristina Fallarás publicó en Instagram el testimonio de una mujer anónima que denunciaba haber padecido violencia sexual por parte de un político al que se refería como «el indignado social». Poco después, Errejón fue denunciado ante la policía por otra periodista por tres presuntos delitos de violencia sexual. Y aún es posible que aparezcan más denuncias. Al tiempo.

Pero hubo más. Polític@s quienes tuvieron conocimiento de ellas y no actuaron. Aquello del patriarcado, del sí y solo sí, y del todos, todas y todes, era mera fachada.  En pocas horas dimitieron algunas «lobbies feministas» por presuntamente haber encubierto las fechorías del niño mimado. Y ahora, apestado.

La izquierda progresista ha perdido, si es que la tenía, toda autoridad moral para erigirse como único valedor de la mujer. De machistas, los hay por todas partes. Y a la izquierda incluso con género femenino. Los machos alfas no son cosas del pasado.

Suerte que hay personas que, como Cristina están ahí para ayudarlas, aunque Instagram le cierre la cuenta. Y no como otr@s que los encubren. Y ahora lo reniegan.

Y ya salen más nombres en los anónimos y no tan anónimos. ¿Quién habrá detrás de todo el affaire? ¿Habrá intereses políticos en el destape o no destape de alguno de los hechos?

El #MeToo, empieza. Ánimo, y a por ellos.

www.joansans.blogspot.com

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