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Asseguts a sa vorera

El silencio y el ruido

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Qué difícil es callar cuando deberíamos hablar y qué complicado se hace hablar cuando deberíamos callar. Este dilema refleja una sociedad infestada por un cacareo constante. Vivimos rodeados de ruido, de palabras vacías que llenan el aire con un incesante vaivén, creando un entorno en el que el silencio se ha convertido en un lujo al alza. Nos hemos acostumbrado tanto al ruido que, ante el silencio, nos sentimos incómodos, como si algo estuviera mal. Pero no, no hablar, no decir, no escuchar, no es malo. Lo malo es hablar demasiado, decir de más y escuchar de menos.

La modernidad nos ha llevado a una saturación comunicativa. Redes sociales, notificaciones constantes, y el interminable flujo de opiniones nos mantienen en un estado de ruido continuo. Este entorno, aunque nos mantiene conectados, nos ha hecho olvidar la tranquilidad que ofrece el silencio. Muchas veces confundimos la falta de ruido con vacío, cuando en realidad es una oportunidad para reflexionar, para encontrarnos con nuestros pensamientos sin interferencias.

El silencio, paradójicamente, es vital en una sociedad ruidosa. Permite claridad mental y sinceridad emocional. Es en esos momentos de calma donde se puede escuchar con más sinceridad, no solo a los demás, sino a uno mismo. El ruido puede ser amable, pero un silencio incómodo puede resultar más valioso, ya que nos conecta con lo esencial y nos invita a apreciar lo verdaderamente importante.

Vivir rodeados de ruido no significa que no podamos valorar el silencio. De hecho, aprender a alternar entre ambos es la clave para una vida equilibrada. Escoger cuándo hablar y cuándo callar puede marcar la diferencia entre participar en la cacofonía o encontrar sentido en la serenidad.

Es importante aprender a disfrutar del vacío, de la ausencia de sonido, porque es allí donde radica la posibilidad de escuchar con sinceridad. En un mundo que nos bombardea constantemente, apreciar el silencio es un acto de rebeldía y autocuidado.

En definitiva, el silencio no es solo la ausencia de ruido, sino un espacio para el crecimiento personal, la reflexión y la verdadera conexión. Valoremos más el silencio incómodo que el ruido amable, porque ahí reside el verdadero significado de nuestras palabras y acciones. Y además, ya lo dice el refranero popular que hay personas que son mucho más importantes por lo que callan que por lo que dicen. Aunque a más de uno le gustaría que según quien callase para siempre.

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