Esta ha sido la semana de los viajes en el tiempo. El de Francina Armengol es uno. Se ha sabido que en marzo será de nuevo la secretaria general del PSIB, pero lo que aún no está definido es si además será la candidata de los socialistas para que 2027 sea un viaje al pasado, al año 2019, al año en que la izquierda volvió a ganar las elecciones y a tener mayoría suficiente para gobernar. Ese viaje al pasado es más tortuoso de lo que parece a simple vista y tal vez sea esa la razón por la que aún no se sabe si Armengol será la candidata. Porque, además de Francina Armengol, también deberá viajar en el tiempo Podemos, Sumar, juntos, por separado o por medio de un partido alternativo como quiera que se llame para entonces.
Viajar a ese pasado de 2019 para Podemos es, sin embargo, ardua cuestión: más que Regreso al pasado, en este caso estamos en la pantalla de Misión imposible. Podemos no remonta, Sumar empieza a restar y la izquierda a la izquierda del PSIB puede terminar siendo aún más irrelevante de lo que es en la actualidad, con una diputada en el Parlament y una concejala en Palma. Ese es el problema de Armengol y de toda la izquierda. Si no suman lo suficiente, ese viaje de ida y vuelta de la presidenta del Congreso puede terminar siendo improductivo a pesar de que, efectivamente, Armengol es el único valor que tiene ahora el PSIB.
Mientras ella siga al frente del partido, nadie saldrá a competir por el liderazgo ni por la candidatura. En algún momento habrá que empezar a hablar de su relevo, pero eso es algo que ahora mismo tiene bloqueado al PSIB. ¿Es Armengol la mejor candidata para los socialistas o es la única candidata posible de los socialistas? Cuanto más tarde se conteste a esta cuestión, menos se afianzará el posible candidato alternativo en caso de que lo haya. De Regreso al pasado a Misión imposible llegamos a Los otros. El PSIB vive de prestado y algunos en el partido aún piensan que el Consolat es y será suyo.
El otro viaje al pasado de la semana lo ha realizado Marga Prohens. En su caso, el ha sido un poco más largo porque, de la mano de Vox, ha retrocedido a los 80. Marga Prohens quiere ser Gabriel Cañellas, quiere conseguir aquel PP que arrasaba en las urnas o que no lo hacía, pero luego gobernaba cómodamente. Esa mimetización con Cañellas ha comenzado con la normativa urbanística y con unas medidas que retrotraen a un pasado que parecía superado. Prohens vuelve a ese cañellismo urbanístico ochentero en el que la gente puede que no tuviera licencia para hacer obras pero, como decía un alcalde del momento, sí tenía permiso porque se lo había dado él. Pues eso.