Tengo la sensación de que, en cualquier momento, estallará la burbuja inmobiliaria; no se puede seguir el ritmo de crecimiento sin entrar a mejorar las condiciones de calidad de vida de las ciudades. Todo el desarrollo urbano que se está llevando a cabo se debe a las actitudes del «urbanicidio», cuyo único objetivo es la especulación.
Observo cómo, cada vez más, el sector inmobiliario y sus lobbies están forzando a las instituciones a flexibilizar las políticas urbanísticas que les permitan seguir incrementando sus beneficios. Todo el sector inmobiliario está formado por empresas de negocios, y hay una gran cantidad sin la más mínima formación, ya que muchas de ellas surgieron con la ley de Aznar en el año 2000, que liberalizaba todo el sector. Cualquier persona puede dedicarse a la intermediación inmobiliaria sin necesidad de titulación, ni de seguro de responsabilidad o póliza de caución. En estos años hay muchas quejas por el abuso de no aplicar la Ley de Arrendamientos Urbanos (LAU), información que recogemos de las oficinas del consumidor.
Viñeta obsequio de Jaume Perich
Las movilizaciones sociales reivindicando viviendas públicas de alquiler se irán dando cada día más hasta lograr respuestas y no falsas promesas. Tenemos que separar en este debate y no caer en las estrategias de las inmobiliarias y promotores.
Tenemos que hablar de urbanismo con todos los colectivos sociales, sindicatos, AAVV, partidos y promotores, pero partiendo de que el urbanismo es una disciplina interdisciplinar que combina los conocimientos técnicos y sociales para mejorar la calidad de vida en las ciudades y sus espacios públicos. Es por esto por lo que, para desarrollar una planificación o una intervención en el suelo, hay que contar con arquitectos, ingenieros, economistas, abogados, geógrafos y sociólogos, y con la participación de las AAVV.
Algunos me tacharán de utópico por defender actuaciones que den respuestas sociales, pero ahí podemos recordar a decenas de amigos, compañeros y activistas que tuvieron un comportamiento extraordinario y se involucraron durante el desarrollo de los Planes Generales y otras intervenciones urbanísticas en las décadas de los setenta y ochenta. Unos desde la calle y otros como responsables de urbanismo en el Consell y ayuntamientos. El nivel de conciencia y de formación fue un largo debate y proceso de participación en esos años predemocráticos. Hoy es muy necesario evitar guetos y promover la integración y la convivencia. El gran error es vivir las diferentes comunidades de espaldas unas a otras.
No me merece la más mínima credibilidad ninguno de estos políticos del Consell, Govern balear y sus profesionales y ayuntamientos que se esfuerzan en vendernos promesas. Mientras tanto, hay que intervenir en las zonas tensionadas con el control del alquiler, penalizar las viviendas y solares sin edificar con más impuestos progresivos, limitar la compra de viviendas a los fondos y grandes tenedores. También pueden comprarse bloques de viviendas vacías y otras que están a la espera de los desahucios a precios regulados para destinarlas a viviendas sociales y para la clase media.
Todas estas situaciones que estamos viviendo con la crisis de la vivienda se deben a las desmovilizaciones sociales, y especialmente a las AAVV. ¿Para qué sirven las actuales AAVV? La concienciación y la formación que muchos compartíamos fueron fruto de las relaciones que mantuvimos con el equipo del CEUMT de Barcelona, las aportaciones de Josep Maria Martorell, Oriol Bohigas, Eduardo Mangada, Marçal Tarragó, Ricard Bofill, Jordi Borja, Ricard Boix, Jordi Roca y los arquitectos Buscató, Enric Taltavull, Juanjo Gomila, así como los trabajos del Congrés de Cultura Catalana y Robert Fernández.
Un gran error de todas las instituciones menorquinas sería no escuchar las propuestas y alternativas, como las de Niu Ètic, para que esta experiencia cuaje y se desarrolle. Vale la pena escucharles.
El urbanicidio se arraiga y toma fuerza a finales de la década de los ochenta. Muchos de nuestros gobernantes en los ayuntamientos, Consell y Govern balear están sometidos a los grandes intereses del sector hostelero y a los lobbies inmobiliarios. Nunca escucharon las voces de la calle ni asumieron que la ciudad la hacemos los ciudadanos. Esa mediocridad política, que llega hasta nuestros días, la observamos en cómo peatonalizan nuestras calles y plazas donde ya no pueden vivir vecinos. Solo piensan en los turistas, para que puedan sentarse y contemplar cómo se desvanece la ciudad durante todo el día hasta la noche.
Ya no hay aquellos puntos de encuentro donde se veían los vecinos y amigos; se han perdido las costumbres y las relaciones. Cierran tiendas, los bares cambian su fisonomía popular y se pierde hasta la gastronomía tradicional. Ahora, el sector social dominante en nuestras poblaciones lo conforman camareros, cocineros, recepcionistas, repartidores, guías, guardias jurados, dependientes, limpiadoras del sector hostelero y de oficinas, y los vendedores en mercadillos.
Ante la ausencia y la pasividad de los movimientos vecinales y de las asociaciones, en el futuro nuestros núcleos históricos serán parques temáticos.