Una persona amiga me hizo esta sabia observación: «Si deseáramos siempre el bien de los demás, seríamos felices».
La genuina felicidad no es egoísmo sino desprendimiento. No es cerrazón sino apertura. En la medida que sepamos buscar el bien de los otros seremos felices.
La felicidad es ante todo generosidad. Es la búsqueda del bien de los demás que puede hacernos de verdad felices.
Las personas desprendidas, generosas, que desean el bien del otro, irradian felicidad. En cambio, las personas acaparadoras, egoístas, que quieren solo su propio provecho, suelen respirar tristeza y amargura.
La genuina felicidad de uno radica en la búsqueda sincera del bien del otro.
Felicidad y egoísmo nunca van juntos. La auténtica felicidad solo la encontraremos buscando el bien de los demás.