De vuelta al 23 de abril... Por influjo de los libros, Don Quijote malbarató su hacienda y cedió su dignidad al sarcasmo. Cervantes, su padrastro, que se sabía vulnerable a los mismos virus de su personaje, refiere, en el entremés «La elección de los alcaldes de Daganzo», como un aldeano iletrado responde airado cuando se le pregunta si sabe leer: «No, por cierto, ni tal se probará que en mi linaje haya persona de tan poco asiento que se ponga a aprender esas quimeras que llevan a los hombres al brasero y a las mujeres a la casa llana...» En cuanto al braserillo, podría entenderse camino del patíbulo inquisitorial y, en cuanto a ese hogar, se infiere como el lupanar que ustedes sospechan…
Según estadísticas del Ministerio de Cultura de enero próximo pasado, el 65,5 % de la población española dice leer. El 75,3% de dicha cifra, entre los 14 y 24 años de edad, lee en su tiempo de ocio. Se reduce el número de españoles, el 34,5%, que declaran no leer nunca; sin embargo, en otros guarismos más optimistas, el 82,5% de menores, entre 6 y 9 años, dicen hacerlo, leer, en su tiempo libre. No se revela, pero podría colegirse que gracias a la influencia familiar y al consejo de los docentes. Actualmente, el perfil del lector tipo en España es el de una mujer joven universitaria que vive en un ámbito urbano. Cervantes ya lo subrayó en su tiempo, «Un maestro es un libro que habla, y un libro es un maestro que, aun silencioso, comunica su pensamiento...» Así sea.