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Les coses senzilles

El pobre y el cardenal

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Una vez dijo uno de mis maestros que habían inventado una máquina capaz de recoger las ondas sonoras que quedaban flotando por ahí y que con ella podríamos oír las voces de nuestros antepasados. De eso hace mucho tiempo, pero aún no he visto la máquina. Mis maestros solían ser religiosos y ese en concreto se entusiasmó diciendo que podríamos oír la voz de Jesucristo en el Sermón de la montaña. Pero, en cierto modo, la máquina ya está inventada, aunque no vale para tiempos tan remotos si no es en la ficción. Cuando un personaje relevante muere, nos cansamos de oírlo en entrevistas pasadas, de verlo en filmaciones retrospectivas y lo cierto es que uno no ha hablado tanto ni han hablado de él tan seguido como cuando se muere. Existen montones de ejemplos, uno de los más recientes el del Papa Francisco. En la filmoteca duermen montones de personajes pretéritos, con sus voces y sus imágenes, que a veces salen a relucir, sobre todo después de morir.

No podemos oír ni ver a Jesucristo más que en películas de ficción, pero en cambio podemos ver y oír a Einstein, Marilyn, Chaplin, Kissinger, Kennedy, Gandhi, De Gaulle y un largo etcétera. Son como muertos que hablan, que se mueven en una eterna juventud, como la de James Dean o John Lennon, muertos a los que no se puede callar, siguen hablando a pesar de haber desaparecido recientemente como Alain Delon, David Lynch, Shannen Doherty o Donald Sutherland. Ni siquiera el tiempo les puede callar, aunque sí les hace hablar con menor frecuencia, porque el olvido va cayendo sobre todos nosotros y solo con circunstancias favorables salen a relucir grandes artistas que las generaciones posteriores ni siquiera conocen. Se da incluso la circunstancia de que algunos imitadores consiguen éxitos siguiendo las enseñanzas de grandes personajes olvidados, haciendo versiones de triunfos resurgidos, explotando lo ya visto, lo que ya llegó a ser popular, aunque en su día fuera un vanguardismo menospreciado. Vuelven los ismos, impresionismo y sus secuelas, surrealismo, realismo, y los grandes maestros como Leonardo, Beethoven o Shakespeare bostezan en sus tumbas.

Pero vuelven a hablar, aunque sea indirectamente a base de imitadores, porque al fin y al cabo no hay nada nuevo bajo el sol. «El pobre y el cardenal, todos van por un igual», dice el refrán. Todos somos iguales ante la muerte, solo que algunos consiguen hablar después de morir, y son un poco como el Cid Campeador, que ganó una batalla después de muerto.

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