La celebración del Día de Europa, el pasado 9 de mayo, ha sido especial. A la conmemoración del 75 aniversario de la histórica Declaración de Schuman, germen de la actual UE, se ha unido el llamamiento de organizaciones de la sociedad civil, como el Movimiento Europeo, y de una parte importante de la ciudadanía exigiendo acelerar la construcción política de Europa como garante de paz.
En muchas ciudades europeas entre ellas Madrid y Barcelona, referentes de la cultura, la universidad, el periodismo y de organizaciones feministas, sociales y sindicales se han sumado a las movilizaciones en defensa de la democracia y los valores europeos. Han sido llamativas las manifestaciones en las principales ciudades de Rumanía con el lema ‘Un solo camino: Europa’, a pocos días de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que enfrenta al proeuropeo Nicusor Dan y al prorruso George Simion, ganador de la primera vuelta.
Sabemos que la UE, el proceso de integración de mayor éxito social, económico y de paz que se conoce, nunca desde sus inicios se había visto tan amenazada. Defenderla requiere fortaleza y unidad, y la sociedad civil debe contribuir a ello. Disponer de un sistema militar de defensa común y eficaz, siendo necesario no es suficiente. La UE necesita también ganar autonomía estratégica para aumentar capacidades y reducir dependencias, avanzar en la integración, y generar un sentido de pertenencia europeo para pasar de sabernos europeos a sentirnos europeos, lo cual no es sencillo.
Y es que una identidad común europea se sustenta en dos pilares: la riqueza de su diversidad lingüística y cultural, y unos valores compartidos, entre los que el respeto a la diversidad es fundamental para garantizar que el objetivo de encontrar un imaginario común no eclipse las distintas identidades que conforman el espacio europeo. Todo junto, constituye un sistema dinámico en constante evolución, pues contempla la posible incorporación de nuevas experiencias y perspectivas, que solo puede sostenerse en base al diálogo, la interacción, el respeto y el reconocimiento.
Así, más que elementos específicos comunes, la identidad europea comparte la comprensión del modelo y unos valores que sientan la base para esta comprensión. Existe además una historia común que pasa por Grecia, Roma, la Ilustración…y por el desarrollo de sociedades que respetan los derechos humanos y los principios democráticos. Un marco vivo y armonioso que se adapta a la realidad cambiante europea.
Defender Europa requiere esfuerzo. Queda mucho por hacer y nada de ello es fácil, pero como dijo Schuman: la paz mundial no puede salvaguardarse sin unos esfuerzos creadores equiparables a los peligros que la amenazan.