«Existen muchos modos de matar a una persona y escapar sin culpa»
Espido Freire
Si se le preguntara a la ciudadanía qué ocurrió el uno de noviembre de 2024 y el cinco de marzo de 2018, probablemente no sabría qué contestar. En noviembre entraba en vigor la ley, aprobada por unanimidad, de asistencia a los enfermos de E.L.A. Es la misma ciudadanía que hubiera acertado si su respuesta hubiera sido «nada». Porque ocho meses después, esa ley aún carece de partida económica y no se ha aplicado. Un efecto letal de la carencia de presupuestos, los que chulescamente obvia el Presidente Sánchez, como obvia al poder legislativo. El mismo Sánchez que, cuando estaba en la oposición, ese cinco de Marzo, osó decir literalmente lo siguiente: «Un Gobierno sin presupuestos es un Gobierno que no gobierna nada. Gobernar no consiste en vivir en la Moncloa. Es su responsabilidad sacar los presupuestos adelante y si no adelantar elecciones». Recordar esas afirmaciones produce hoy auténtico rubor.
Desde Noviembre han muerto unas setecientas personas de E.L.A. Muchas de ellas prematuramente al no haberse podido costear los cuidados que ese terrible mal exige y porque la ley no se ha hecho todavía efectiva. Únicamente un cinco por ciento de los pacientes puede sufragar los gastos que implica la enfermedad. Muchas de esas setecientas personas, sí, no se habrían visto obligadas al suicidio activo o pasivo, abocadas a la muerte, si el actual Gobierno hubiera hecho los deberes. Cada día fallecen tres ciudadanos a causa de esa dolencia neurodegenerativa en España. ¿Sabe el Gobierno que se puede matar por omisión? El mismo Gobierno que debería de haber sido capaz de cumplir con el mandato constitucional referido a las cuentas públicas o dimitir y convocar elecciones. La receta es la del propio Sánchez. Pero ni el limbo presupuestario le salva. Porque sin presupuestos, el Jefe del Ejecutivo sí fue capaz de hallar fondos para incrementar el gasto militar de vuestro país. Para eso, sí… Para eso sus habilidades amorales de trolero se emplearon a fondo. Pero no para evitar que miles de personas se vieran y vean precipitada e involuntariamente condenadas a un «dejarse morir». Tampoco usó sus habilidades para poder paliar su sufrimiento. Un gobierno así no debería de poder gobernar. Y mucho menos cuando lo hace en nombre del socialismo (ultrajado) y de los débiles. ¿Quién puede haber más débil que un desahuciado?
Cada día –iteras– mueren tres seres humanos de E.L.A. en vuestro país, mientras la responsable de dotar de recursos económicos a esa Ley, la Vicepresidenta Primera del Gobierno, se dedica, simplemente, desde su banco azul, chabacanamente, a hacer gestos obscenos o a ejercer de palmera… ¿Cómo podrán sus señorías vivir así? ¿Cuándo y dónde perdieron su conciencia si es que algún día la tuvieron? ¿Dónde y cuándo su humanidad, su dignidad?
¿Sabrán los miembros del Ejecutivo que también se puede acabar con alguien por omisión? –repites–.
Este artículo se escribe el jueves 29. Cuando usted lo lea habrán muerto dieciocho personas más… Y puede que de esas, muchas lo hayan hecho, no por la enfermedad, sino por la desasistencia del Gobierno, ocupado hoy, básica y únicamente, en taponar las grietas diarias de un barco que navega ya sin rumbo…