La economía funciona. El paro desciende. El independentismo catalán, de capa caída. ETA ya no existe. El PP necesitaba algo a lo que agarrarse y ha hallado un filón en las denuncias judiciales. Especialmente por las filtraciones. Aunque apenas se hayan iniciado algunos procesos y estemos todavía lejos de condenas en firme, ha conseguido que gran parte del país crea que el Gobierno es corrupto. Y aun así, no ha sabido marcar diferencias con el PSOE en cuanto a escándalos políticos. Al contrario. Los casos Ábalos y Cerdán, siendo gravísimos y salpicando a la cúpula del Ejecutivo, se han resuelto con dimisiones inmediatas; sin embargo, respecto a Mazón (creo que nadie con un mínimo de objetividad duda que su gestión de la dana fue nefasta y que, de algún modo, es responsable de muchas de las muertes) y Ayuso (con el novio defraudador y los protocolos de la vergüenza), echa balones fuera. La conclusión es que el PP, con un pasado de mucha aluminosis, ha demostrado que sabe hacer mucho ruido, pero pocas acciones ejemplares. Y en la narrativa, los putos amos.
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