Cada vez estoy más convencido que nuestra generación ha sido privilegiada por el tiempo que le ha tocado vivir. El ilusionante aire fresco de la transición a la democracia y las décadas posteriores nos han convencido de que tenemos derecho a vivir en libertad, a poder opinar de lo que nos dé la gana y a contar con unos mínimos para una vida digna. No somos reyes, pero tampoco nos sentimos súbditos. Todo eso está en proceso de desaparición.
Trump es el ejemplo perfecto de los nuevos reyes-dictadores que tratan como súbditos al resto de líderes del mundo y por tanto, a los ciudadanos que ellos representan. El ridículo del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, al adular de forma exagerada a un egocentrista presidente de Estados Unidos ha hecho avergonzar a toda Europa. Algunos dirán que es lo más inteligente, dar la razón a un loco poderoso para que no nos complique más la vida, pero en este caso la forma es el fondo. Rendirse ante la bravuconería del sheriff, dejar que te falte al respeto, que te maneje como una marioneta es perder la batalla y quizás la guerra.
Es evidente que Pedro Sánchez se ha opuesto a destinar el 5 por ciento del PIB a Defensa en diez años para esconder las vergüenzas de la corrupción de la que es responsable y quizás culpable, ya se verá. Pero creo que la oposición a esa orden de Donald es una postura lógica y digna y es increíble que nadie más en toda Europa la haya secundado. Y que nadie tampoco levante la voz ante las amenazas del presidente de USA a España. ¿Dónde está el principio de la defensa mutua entre los países miembros de la OTAN? Si actúan con tanta cobardía en una mesa de negociación, qué no harán cuando sea necesario mostrar una posición firme ante el dúo Trump-Putin. Es evidente que el primero ha dejado de ser un socio fiable para los países de la Alianza.
La Europa que representa la defensa de los valores democráticos debería despertar antes de que se convierta en súbdita y nuestros hijos con ella.