Aceptemos que las altas temperaturas derivan en un calor sofocante y provocan no pocas incomodidades, en ocasiones, difíciles de digerir. Demos por sentado que los acaloramientos estivales por múltiples razones alimentan el estrés y que este incide en una mayor dificultad para mantener el control en situaciones en las que la tensión es susceptible de ir en aumento.
Aceptemos que los nervios planean a flor de piel en el trabajo, en la calle a causa de una inútil discusión de tráfico, incluso en casa, simplemente, por no haber cerrado bien la nevera o cualquier otra menudez.
Es necesario contar hasta diez, respirar profundo, moderar el enfado y gestionar el estado de agitación para que no pase a mayores. Hay que contemporizar por mucho que el tráfico no avance, tardes el doble en cubrir un trayecto habitual, o la cola para pagar en el supermercado sea una prolongada tortura.
Lo es también circular por cualquier rotonda, un ejercicio de riesgo extremo ante despistados turistas que no saben por dónde van ni cómo llegar a su destino, o en el plano más doméstico, que nadie haya rellenado la botella de agua en el refrigerador y te veas obligado a beberla del tiempo porque también se han acabado los cubitos de hielo.
Se trata, en general, de aprender a convivir con circunstancias coyunturales que se manifiestan en la Isla, en verano, lo mismo que en cualquier otro lugar, especialmente en destinos turísticos, agravadas por la transformación de la vida cotidiana en tanto que se multiplican sus poblaciones. A más gente, menos espacio y más contrariedades.
Por suerte, la mayoría es capaz de neutralizar sus arrebatos o, cuanto menos, resignarse tras un primer impulso para no caer en otro tipo de reacciones físicas o verbales de las que más tarde, con toda seguridad, se arrepentirían. En Menorca el poc a poc es un signo de identidad que, indefectiblemente, se cuestiona durante la temporada estival. Mantengamos la calma.