Este domingo, el periódico «La Razón» titulaba con crudeza: «Los españoles empiezan a veranear fuera: los destinos nacionales ya son más caros que los del extranjero». En su análisis se comparaba Menorca con destinos como Cabo Verde, no por su exotismo, sino por el coste de llegar, alojarse y moverse. Un ejemplo ilustrativo: una semana de agosto con hotel y vuelo a Menorca roza los 1.000 euros, un coste similar al de Tenerife y más caro que Cabo Verde, donde es posible disfrutar de una semana con vuelos, alojamiento y traslados incluidos por 850 euros. Cada vez son más los españoles que optan por destinos exteriores porque, paradójicamente, los destinos nacionales son ahora más caros que el extranjero.
EN MENORCA, los datos del primer semestre de 2025 confirman una tendencia clara: crece el número de visitantes, pero cae el gasto medio por turista. Entre enero y abril llegaron un 25 por ciento más de turistas que en 2024, pero su gasto solo aumentó un 13 %, reduciéndose de 797 € a 725 € por persona. En mayo, aunque el gasto total apenas varió, cayó notablemente en comercio (–25,7 %) y ocio, mientras que el alojamiento fue el único componente que creció (+9 %). El gasto medio diario descendió un 4,1 %, y más de un tercio de las empresas menorquinas afirma haber facturado menos que el año anterior.
Según Mabrian, la plataforma de inteligencia turística, los vuelos a destinos españoles han subido entre un 10 por ciento y un 63 por cientodesde 2023, y los precios de hotel entre un 2 por ciento y un 26 por ciento. Exceltur, con datos de su Alianza para la Excelencia Turística, confirma que estas subidas se traducen en que unas vacaciones en Baleares son un 36 por ciento más caras que hace tres años, y recalca el impacto que tiene el encarecimiento sobre la toma de decisiones de los turistas. En resumen, el precio medio del paquete turístico en las Illes Balears ha aumentado más de un 25 por ciento en los últimos dos años, con subidas acumuladas que superan el 60 por ciento en vuelos y más del 20 por ciento en alojamiento. En temporada alta, muchos visitantes se encuentran ante un escenario donde el presupuesto apenas cubre vuelo y hotel. Todo lo demás se recorta.
Este encarecimiento no es neutro. Sus consecuencias están condicionando profundamente la manera en que los visitantes consumen y se mueven por el territorio.Y eso lo estamos viendo con claridad desde Abactur, la Asociación Balear de Actividades Turísticas. Durante el primer semestre de 2025, nuestros espacios asociados han registrado una caída media del 12 por ciento al 15 por ciento en el número de visitantes. En Menorca, en algunos casos, la facturación ha caído hasta un 25 por ciento respecto al mismo período del año pasado. Es decir: vienen más turistas, sí, pero gastan menos en todo lo que no sea llegar y dormir.
¿Las razones? Múltiples. Por un lado, cada vez más, el turista organiza su viaje por libre, reserva con menos antelación y prescinde de paquetes cerrados. Esto provoca que muchas experiencias culturales, patrimoniales o naturales —que antes venían incluidas en esos paquetes— ahora no entren en los planes del visitante.
Todo esto está teniendo consecuencias reales. Muchos de nuestros socios han notado una caída en las reservas de excursiones, visitas guiadas y actividades familiares. Y aunque la temporada alta pueda «salvarse» en términos de ocupación, el valor añadido que aportan las experiencias turísticas se está erosionando.
Esta realidad nos obliga a revisar el modelo, porque no podemos decir que se trate de una cuestión coyuntural. Las actividades especializadas no son un «extra». Son una parte esencial del producto turístico global que se ofrece al visitante y forman parte del atractivo de nuestras islas. Generan valor económico local, desestacionalizan, diversifican y mejoran la calidad de la experiencia del visitante. Y, además, aportan identidad al destino.
Desde Abactur defendemos que estas experiencias deben ocupar un lugar central en la estrategia turística de las Baleares. Y para ello, necesitamos políticas públicas que las reconozcan como lo que son: una inversión, no un coste. Invertir en producto es tan importante como invertir en promoción. De la misma manera que se apoyan las actividades puntuales relacionadas con la música o con eventos deportivos, el Govern y el Consell tienen que valorar y apoyar todas aquellas iniciativas que promuevan una mejora del destino de forma sostenida a lo largo del año.
LA REACTIVACIÓN de la Mesa de Sostenibilidad del Govern puede ser una oportunidad. Pero, sea como sea, debe incorporar activa y realmente a quienes gestionamos el territorio y sus recursos turísticos, desde una perspectiva de sostenibilidad real: social, ambiental y económica. No basta con hablar de límites; hay que redistribuir oportunidades.
En paralelo, asistimos a un fenómeno que no se puede ignorar: la tensión social derivada de la presión turística. Las expresiones de turismofobia, aunque minoritarias, evidencian una desconexión entre la percepción ciudadana y la gestión del modelo. Como recordaba Carmen Riu en una reciente entrevista: «La pandemia hizo patente la enorme aportación de la industria turística a la economía balear y su capilaridad. Hubo cierto consenso durante un tiempo, que parece haberse quebrado ahora». Por tanto, se hace necesario un trabajo conjunto entre todos los actores: ciudadanía, instituciones públicas y sector privado.
En definitiva, necesitamos políticas que entiendan que más turismo no equivale a mejor turismo, y que lo cuantitativo debe dejar paso a lo cualitativo.
Menorca y las Illes Balears pueden seguir siendo un referente internacional, pero solo lo lograremos si protegemos aquello que nos hace diferentes: su patrimonio, su entorno, su autenticidad… y a quienes viven, lo gestionan y lo trabajan.