Como ocurre con todo en este país, los incidentes de Torre Pacheco se han cubierto de tierra y se ha evitado el debate profundo, el análisis necesario y la búsqueda de soluciones a lo que, en muchos aspectos, es un problemazo. Desde las instituciones y los medios de comunicación oficiales se ha repetido en modo consigna aquello de que «necesitamos a los inmigrantes porque hacen los trabajos que rechazan los españoles» y toda una sarta de memeces parecidas.
Porque desde hace años los datos reales se ocultan para crear lo que ahora llaman «un relato» buenista, ridículo y que cuesta creer que alguien se trague. Seguirán erre que erre hasta conseguir que la extrema derecha, con su discurso racista, gane las elecciones. La realidad, triste, es que mientras España ha sido «invadida» por siete millones de extranjeros pobres, tres millones de españoles han hecho el petate y han emigrado fuera. Algo hay detrás de este fenómeno que nadie nos quiere explicar. Se nos dice, como papagayos, que los españoles hemos sido históricamente emigrantes. Es cierto.
Pero pongamos cifras a esa emigración. Al terminar la Guerra Civil, medio millón de personas abandonaron el país rumbo a Europa y América. Durante la miseria del franquismo se produjo otra oleada: dos millones y medio salieron. Ahora son tres millones. Cuesta creerlo, ¿verdad? Y la razón es precisamente esa: la mierda económica nos expulsa. Porque el empresariado ofrece muchos puestos de trabajo, sí, pero en régimen de casi esclavitud. Salarios mínimos, jornadas extenuantes y cero valor añadido. Por eso necesitamos a los inmigrantes, porque ellos sí aceptan esa basura laboral. Los que aspiran a algo mejor se convierten a su vez en emigrantes.