Martes, 12 de agosto, 19.45 horas, centro de Maó. La presencia masiva de turistas que lucen moda y bronceado entre la calle de Ses Moreres, la plaza Constitució y alrededores concede un ambiente estival agradable en una ciudad poco habituada a las concentraciones de transeúntes especialmente numerosas en su núcleo histórico que, en este caso, no lo son tanto. Hay espacio para los que vienen de fuera a disfrutar de las múltiples bondades del verano insular y los que residen aquí. Oquizás no para ciertos negocios de restauración.
Las terrazas están llenas en respuesta a la calidez que ofrece el entorno urbano en plena canícula tras la puesta de sol, favorecidos los establecimientos por los pequeños conciertos que se distribuyen en diversos enclaves del centro a propósito de la acertada iniciativa de la «nit de música al carrer».
Y ahí es donde algunos locales se exceden en el menoscabo a los residentes para priorizar hasta la última silla en favor del consumidor vacacional porque este quizás gaste más que el que vive aquí todo el año.
Un ejemplo que no debe tomarse como extraordinario se dio en uno de estos establecimientos que despacha bebidas y algunos platos cuando la encargada, con modos manifiestamente mejorables, instó a tres clientes locales a que abandonaran la mesa tras haber tomado tres refrescos. «Llevan una hora aquí y esto es un restaurante», les dijo, cuando no era cierto, nadie les había advertido que deberían desocupar el lugar en un tiempo concreto, ni la mesa tenía ningún distintivo de reserva.
Es comprensible que responsable o empresario expriman el negocio en la temporada alta cuando se multiplica la facturación, pero las formas deberían cuidarse. Hay muchas maneras para ser respetuoso incluso en situaciones incómodas. ¿Qué dirá esa encargada dentro de mes o mes y medio, otro martes a la misma hora con la terraza semivacía?, ¿también les pedirá que se marchen con escasa consideración? En invierno no hay turistas, como escribía hace un par de semanas. Un poco de respeto.