Lo de la presunta corrupción que rodea al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, suena más a tebeo de Mortadelo y Filemón que a cualquier caso realmente grave de los que se han conocido en la reciente historia de España. O bien nuestro inquilino de la Moncloa es muy muy prudente, o quizá muy muy tacaño, o tal vez muy muy austero. De otro modo no se explica. Al menos con lo que se sabe hasta ahora. La prensa afecta a la derecha proclama con saña los asuntos que conciernen a la esposa, Begoña Gómez, y al hermano, David Sánchez. Este al parecer es un profesor de música al que el líder socialista habría intentado colocar a dedo en un puesto creado a su imagen y semejanza en Badajoz. Hombre, puestos a trapichear con las más altas influencias yo habría elegido un lugar un poquito más glamuroso para colocar a mi hermano.
Y, desde luego, le habría dado algo más que migajas. Porque el supuesto empleo estaba regado con 48.000 euros brutos anuales, de los que hay que descontar algo más de veinte mil en impuestos y otras zarandajas, por lo que al beneficiario le iba a caer un salario mensual que no llega a los dos mil euros. Quizá por eso eligieron una provincia barata, para que le cundiera más. ¿No resulta sospechoso que a la hora de «colocar» a tu hermano le des esa caca de enchufe? Recordemos los casos más conocidos de mangarrufas públicas del propio PSOE, del PP y de los catalanes: miles y miles de millones de euros desparramados durante años, una auténtica mina de oro sin fin. ¿Y Begoña? Pobre, la han metido en el horno crematorio por quince mil eurillos anuales. ¿De verdad alguien cree que esto se sostiene? ¿O son más bien las ganas locas que tiene la oposición de asaltar el poder?