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Genocidio

| Menorca |

En Gaza se está cometiendo un genocidio. No se limita únicamente a esta zona: la siguiente fase apunta a extenderse por toda Cisjordania. Solo será posible detener esta tragedia y alcanzar una paz duradera si los países europeos, la ONU y, especialmente, la opinión pública estadounidense reconoce a Palestina como Estado y exigen acuerdos que garanticen una convivencia basada en el respeto a las religiones, las culturas y los Derechos Humanos.

Se trata de un genocidio que sectores de la derecha, como el PP, Vox, y otras instituciones, se niegan a reconocer. Lo hacen recurriendo a maniobras burdas, mentiras y falsedades, movidos por el temor de que aceptar la palabra genocidio afecte sus relaciones diplomáticas o intereses económicos. Observamos cómo estas derechas, junto unos obispos y otros colectivos, prefieren hablar de «conflictos», «violencia étnica» o «barbaries», evitando llamar a las cosas por su nombre.

He escuchado al portavoz del PP, Miguel Tellado, al propio Feijóo y a Ayuso manifestarse a favor de las actuaciones de Netanyahu, quien ha emprendido este genocidio con el objetivo de eliminar al pueblo palestino de toda la región. Las declaraciones de estos políticos no demuestran ignorancia, sino maldad, al intentar silenciar la definición de genocidio establecida por la ONU en la Convención de 1951.En su artículo II, la Convención sobre la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio establece:

«Se entiende por genocidio cualquiera de los actos perpetrados con la intención de destruir, total o parcialmente, a un grupo nacional, étnico, racial o religioso, como tal:
a) Matanza de miembros del grupo;
b) Lesión grave a la integridad física o mental de los miembros del grupo;
c) Sometimiento intencional del grupo a condiciones de existencia que acarreen su destrucción física, total o parcial;
d) Medidas destinadas a impedir los nacimientos en el seno del grupo;
e) Traslado por la fuerza de niños del grupo a otro grupo».

Son las grandes movilizaciones que se están produciendo en todo el mundo las que pueden lograr concienciar a la ciudadanía, presionando a los gobiernos para que se pronuncien con claridad. Sin embargo, muchos de esos gobiernos evitan utilizar la palabra genocidio para no verse obligados a intervenir ni asumir responsabilidades, colaborando así, por omisión, con los crímenes del gobierno de Netanyahu.

Prácticamente he asistido a todas las manifestaciones y concentraciones que se han celebrado en Maó, en las que se reivindican mejoras salariales, viviendas sociales en alquiler, una sanidad y una enseñanza públicas con más medios y mejores condiciones laborales, así como la solidaridad con los pueblos que sufren guerras, represiones y la negación de su derecho a decidir.

Siempre que puedo, me uno a esas marchas, que aprovecho también para saludar a viejos compañeros. Siento una gran alegría al reencontrarme con ellos y, al mismo tiempo, al ver a tantos jóvenes participando. Siento que son nuestros hijos, los hijos de nuestras luchas por la libertad.
Siempre apoyo a esta juventud; sus formas de rebelión son una premisa necesaria para la transformación y el cambio de un sistema en crisis, cuyos últimos coletazos aún veremos durante los próximos años, hasta que nazca un nuevo sistema capaz de dar respuesta a los problemas que todos venimos reivindicando.

La propuesta presentada por Trump no es un verdadero acuerdo de paz, ni busca obligar al gobierno israelí a retirar sus fuerzas militares. Es, más bien, un plan que deja intactas las causas del conflicto y abre la puerta a la explotación económica del territorio por parte de contratistas estadounidenses. La ausencia de guerra no es paz para Palestina.

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