Durante el verano, los mareos se convierten en una queja frecuente, especialmente cuando las temperaturas alcanzan niveles elevados. Estos episodios suelen estar relacionados con la exposición prolongada al calor, la deshidratación y la falta de sales minerales en el cuerpo. Cuando las temperaturas son muy altas, el cuerpo pierde líquidos y electrolitos a través del sudor, lo que puede llevar a una disminución del volumen sanguíneo y, en consecuencia, a una presión arterial más baja. Esta reducción en la presión puede causar mareos, especialmente al levantarse repentinamente o después de realizar actividad física.
El calor extremo también puede afectar el sistema nervioso, causando una dilatación de los vasos sanguíneos, lo que disminuye el flujo de sangre al cerebro, provocando mareos y, en algunos casos, desmayos. Este riesgo es mayor en personas mayores, niños y aquellos que tienen condiciones médicas preexistentes, como la hipertensión.
Para evitar los mareos veraniegos, es fundamental mantenerse bien hidratado, bebiendo agua a lo largo del día y evitando las bebidas alcohólicas o con cafeína, que pueden deshidratar aún más el cuerpo. También es recomendable evitar la exposición al sol durante las horas de mayor intensidad, entre las 11 de la mañana y las 4 de la tarde, y optar por ropa ligera y holgada que permita la transpiración.
Otra medida preventiva es la ingesta de alimentos ricos en agua, como frutas y verduras, que ayudan a reponer líquidos y electrolitos. En situaciones donde el mareo ya ha comenzado, lo ideal es sentarse o recostarse en un lugar fresco y ventilado, y elevar las piernas para mejorar el flujo sanguíneo al cerebro.