Durante los meses de verano, es común que los bebés amamantados pidan el pecho con más frecuencia, lo que puede preocupar a las madres sobre si están alimentando lo suficiente a sus hijos. La razón detrás de este comportamiento radica en la necesidad de hidratación del bebé.
Con el calor, los lactantes, al igual que los adultos, experimentan más sed que hambre. La leche materna, que varía en su composición durante una toma, proporciona inicialmente un líquido más acuoso, ideal para saciar la sed del bebé. Este cambio en la dinámica de las tomas responde a una necesidad natural de los pequeños de mantenerse hidratados en lugar de simplemente alimentarse.
El aumento en la demanda de tomas cortas no indica una falta de nutrientes, sino una adaptación al calor, donde el bebé busca principalmente la leche más ligera para combatir el calor. Esto no significa que esté desnutrido, sino que está recibiendo lo necesario para mantenerse hidratado y saludable durante las altas temperaturas. Es importante que las madres confíen en su capacidad para satisfacer las necesidades de sus bebés a través de la lactancia, sin recurrir a otros líquidos como agua, que no es necesaria ni recomendada para bebés menores de seis meses.
La lactancia materna en verano se convierte así en una herramienta vital para asegurar que el bebé esté bien hidratado, ya que la leche materna se adapta perfectamente a las necesidades del bebé en cualquier estación del año. Por lo tanto, las madres no deben preocuparse si notan un cambio en la frecuencia y duración de las tomas durante el verano; es una respuesta natural y beneficiosa para la salud de sus hijos.