Cada año, España ajusta sus relojes para adaptarse al horario de verano e invierno, lo que implica cambios en la cantidad de luz solar percibida durante el día. Este ajuste busca optimizar el uso de la luz natural, pero su efecto no es igual en todo el territorio. En las regiones del este, como Baleares, el sol tiende a salir y ponerse antes que en el oeste, como Galicia, creando diferencias en las horas de luz aprovechables durante el día. Así, en lo que respecta a Baleares, comenzará a amanecer a las 8:00 horas de la mañana y anochecerá sobre las 19:00 horas de la tarde.
El cambio horario comenzó a aplicarse para ahorrar energía, especialmente durante la crisis del petróleo en los años 70. En la actualidad, este ajuste tiene como objetivo aprovechar al máximo la luz solar, reduciendo el consumo de electricidad en las horas de mayor actividad. Sin embargo, la medida es motivo de debate, ya que en algunas regiones del oeste se generan desajustes considerables en la sincronización de la luz solar y la rutina diaria.
En el modelo actual, al cambiar al horario de invierno, los días se vuelven más cortos; amanece y anochece antes. Esta situación puede tener efectos en el estado de ánimo y el bienestar, ya que reduce las horas de luz disponibles tras la jornada laboral. Se han propuesto alternativas, como mantener un horario fijo durante todo el año para evitar los efectos negativos de estos cambios estacionales. Algunos expertos señalan que el horario de invierno sería el más beneficioso, ya que mantiene un mejor equilibrio entre las horas de luz y la actividad diaria.
El debate sobre si mantener el cambio de hora o eliminarlo continúa dividiendo opiniones. Las diferencias regionales dentro de España muestran que lo que puede funcionar en una zona, podría ser menos efectivo en otra, destacando la importancia de considerar tanto la geografía como el estilo de vida de la población al tomar decisiones sobre el horario a adoptar de manera permanente.