¿Podría el consumo habitual de queso curado y nata con alto contenido graso constituir una inesperada defensa frente a las enfermedades neurodegenerativas? Un amplio estudio publicado en la prestigiosa revista 'Neurology' en febrero de 2025 ha generado sorpresa en la comunidad científica internacional, poniendo en tela de juicio muchos de los mitos sostenidos durante décadas en Europa y, especialmente, en España sobre el papel de las grasas en la salud cerebral. Más de 27.000 personas fueron el objeto de seguimiento, algunas durante más de dos décadas, y los resultados arrojan nuevas luces sobre la dieta y el envejecimiento saludable.
De acuerdo con los hallazgos difundidos, quienes consumían a diario más de 50 gramos de queso con más de un 20% de grasa —como manchego, gouda o brie— registraron un 13% menos de riesgo de desarrollar demencia en comparación con quienes apenas superaban los 15 gramos al día. Del mismo modo, entre quienes tomaban crema de leche con un porcentaje de grasa entre el 30% y el 40%, a partir de 20 gramos diarios, el riesgo de demencia bajaba un 16%. El estudio abarca datos recogidos desde 1999 hasta 2024 en Suecia. Este hallazgo, lejos de sugerir que el queso o la nata son la solución milagrosa frente a la demencia, aviva el debate sobre el verdadero papel de la grasa láctea en la dieta y recomienda prudencia a la hora de demonizar alimentos que históricamente han formado parte de la alimentación en España y otros países del entorno mediterráneo.
Hallazgos clave del estudio sueco
Investigadores liderados por Emily Sonestedt, de la Universidad de Lund, analizaron durante aproximadamente 25 años las pautas alimentarias de 27.670 participantes, con edad media inicial de 58 años. Al finalizar el seguimiento a mediados de 2024, un total de 3.208 personas habían sido diagnosticadas con demencia. Al desglosar los datos, el consumo elevado de queso graso se asoció con una incidencia inferior de casos, especialmente en lo relativo a la demencia vascular, donde la reducción fue mucho más acusada, hasta el 29%.
El estudio, sin embargo, no encontró ninguna relación estadísticamente significativa entre la aparición de demencia y el consumo de leche, yogur, kéfir o mantequilla, independientemente de si los productos eran bajos o altos en grasa. Esta distinción acota el posible efecto protector al queso y la nata con mayor riqueza en grasa. Uno de los aspectos que los autores quisieron remarcar es la tipología de los productos lácteos analizados y las formas de consumo. En Suecia, así como en España, el queso suele ingerirse en su estado crudo y raramente combinado con embutidos o carnes procesadas, a diferencia de otras tradiciones culinarias. Esto podría influir en los resultados, ya que las mezclas con ingredientes procesados han sido asociadas a mayor riesgo cardiovascular, lo que puede afectar a la salud del cerebro a largo plazo.
Genética y otros factores intermedios
Un matiz relevante surge al analizar el perfil genético de los participantes. Según el informe, el beneficio asociado al queso graso no era compartido por portadores de la variante genética APOE e4, reconocida por aumentar la susceptibilidad a padecer Alzheimer. Solo quienes carecían de esta mutación genética parecían beneficiarse plenamente del menor riesgo documentado. Así, el equipo científico recuerda que la dieta interactúa con factores genéticos y sociales. Los investigadores también advierten de posibles sesgos: por ejemplo, los grandes consumidores de queso y nata suelen tener un nivel educativo más elevado, lo que a su vez puede asociarse con hábitos de vida más saludables y mayor acceso a atención médica preventiva.
¿Un cambio de paradigma para la dieta en España?
La Sociedad Española de Neurología y la Fundación Española del Corazón han reiterado en sus últimas recomendaciones la importancia de limitar los ácidos grasos saturados, tradicionalmente abundantes en quesos curados. Sin embargo, estos nuevos datos invitan al matiz. Si bien no se pueden extraer conclusiones definitivas sobre una relación causal solo a partir de estudios observacionales, los resultados abren una senda de nuevas investigaciones para 2025 y los próximos años.
En declaraciones a la prensa, Naveed Sattar, epidemiólogo de la Universidad de Glasgow, ha insistido en la necesidad de prudencia. "De momento, sería prematuro promover el consumo masivo de queso o nata en la población general. Es posible que otros factores, como la actividad física, el nivel educativo o la calidad global de la dieta, expliquen parte de la diferencia en el riesgo de demencia". Por ello, se demandan estudios experimentales más rigurosos y adaptados a realidades diversas, incluidas las costumbres españolas.
Implicaciones y dudas por resolver
La publicación de este análisis ha hecho surgir numerosas preguntas entre familias, profesionales sanitarios y expertos en nutrición en España. ¿Deberíamos reconsiderar el papel de los lácteos enteros en la dieta de las personas mayores? ¿Hasta qué punto se puede trasladar la evidencia de la población sueca a la española?
Por ahora, el mensaje clave para 2025 es mantener una dieta mediterránea variada y equilibrada, en la que los productos lácteos tengan cabida junto a frutas, verduras y aceite de oliva. Si bien los quesos curados y la nata podrían ofrecer ventajas inesperadas, no reemplazan otros pilares de la dieta saludable ni la importancia de la prevención global de los factores de riesgo. La investigación seguirá, y el debate científico, ahora más encendido que nunca, continuará redefiniendo las recomendaciones para los próximos años.