Pedro Sánchez nos ha llevado a todos a votar en pleno mes de julio, algo que ha molestado muchísimo al PP y que ha dado un trabajo enorme al servicio de correos. Sin embargo, y pese a que todos nos sentimos representados en su día por la periodista Àngels Barceló cuando se enteró de la convocatoria electoral, la realidad ha sido diferente a lo esperado.
Esta campaña, al menos en Balears, ha sido anodina. Apenas ha dado juego, centrados todos como estábamos en la constitución de las nuevas instituciones. Fue anodina hasta este jueves, cuando el Govern entró al trapo con su decisión de llevar a la Fiscalía la compra de los pisos de Metrovacesa, algo que podía haber anunciado el lunes sin interferir en las elecciones, pero que decidió contarlo este jueves e interferirlas.
Esta campaña se ha contagiado de la tensión política máxima con la que acabó la anterior y eso no es nada bueno. No lo es para los ciudadanos que sufren una intensidad política constante que mancha su día a día, pero tampoco lo es para los propios partidos políticos. Los periodos electorales enrarecen tanto el clima que ahora mismo el unico anhelo es que pasen las elecciones y no haya otras nuevas hasta dentro de cuatro años.
Claro que sí. Se puede interferir en la vida diaria del ciudadano para que vote cuando le conviene a Sánchez (ya es la segunda vez), ahora chocando con las vacaciones y la canícula. Pero el PP debe retrasar sus anuncios de medidas para no interferir en los intereses de Sánchez... En el fondo es coherente: hemos entendido y aceptado que todo está a su servicio.