La mayoría de las grandes capitales brasileñas dieron este domingo la espalda a los candidatos apoyados por el presidente del país, el ultraconservador Jair Bolsonaro, y favorecieron a los aspirantes del centro y la derecha moderada.
Casi 150 millones de electores brasileños fueron convocados a las urnas para renovar el gobierno de 5.569 municipios para los próximos cuatro años, en un pleito que se debía de haber celebrado en octubre, pero que se aplazó debido a la pandemia de la covid-19 en Brasil, uno de los países más afectados con 165.000 muertes y casi 6 millones de contagios.
Bajo estrictas medidas sanitarias -con mascarillas obligatorios para votar-, las municipales de este domingo fueron las primeras elecciones que se celebran en Brasil desde las presidenciales de octubre de 2018, en las que por primera vez en la historia del país llegó al poder la ultraderecha de la mano de Bolsonaro.
La jornada se desarrolló sin grandes sobresaltos, exceptuando los atrasos en la divulgación del escrutinio por unos problemas técnicos, y registró un aumento de la abstención respecto a los comicios de 2016.
En Sao Paulo, la urbe con más electores del país, con casi 9 millones, tomó ventaja el actual alcalde, Bruno Covas (del centro derechista PSDB), con cerca de un tercio de los votos (32,8 %).
Sin embargo, Covas, de 40 años y en tratamiento de un cáncer, tendrá que medirse en la segunda vuelta del 29 de noviembre con el izquierdista y excandidato presidencial Guilherme Boulos, la gran sorpresa del pleito al acabar segundo con el 20,2 % y absorber el voto progresista que tradicionalmente era del Partido de los Trabajadores (PT) del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva.
Boulos, profesor universitario de 38 años, pertenece al Partido Socialismo y Libertad (PSOL), una agrupación que se creó por disidentes del PT en la década pasada y que ha atraído hasta ahora el voto de la población joven, urbana y con estudios superiores.
El aspirante apoyado por Bolsonaro, el conservador Celso Russomanno, terminó en el cuarto lugar, con poco más del 10 % de los apoyos, mientras que el candidato del PT, Jilmar Tatto, obtuvo apenas un 8,6 %.
En Río de Janeiro, la segunda urbe de Brasil con casi 5 millones electores, el centro-derechista Eduardo Paes acabó primero con casi un 40 %, pero con insuficientes apoyos para evitar un segundo turno, en el que se medirá al actual primer edil, el ultraconservador y líder evangélico Marcelo Crivella, respaldado por Bolsonaro con un 21,9 % de los sufragios.
El propio jefe de Estado votó este domingo en la capital fluminense, donde comenzó su carrera en la política como concejal hace 30 años.
En una conferencia de prensa, el presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), Luis Roberto Barroso, explicó que no hubo incidentes de calado en la jornada, más allá del notable retraso del escrutinio en las algunas ciudades del país, entre ellas Sao Paulo y Río de Janeiro.
El juez desveló que se neutralizó «totalmente» un ataque a los sistemas del TSE que abrigan informaciones de la Justicia Electoral. «Hubo un intento de una gran cantidad de personas intentando entrar (por internet) al mismo tiempo y derrumbar el sistema, pero todo está funcionando bien», dijo Barroso, quien adelantó que el ataque procedió de computadores de Brasil, Estados Unidos y Nueva Zelanda y reivindicó la seguridad de las urnas electrónicas, usadas desde hace más de dos décadas en Brasil.
El envío de informaciones de estas urnas al TSE no corrió riesgo, pues la transmisión se realiza por una red encriptada del propio tribunal, que no fue afectada.
Además de los retrasos en la difusión del escrutinio, hubo otros incidentes en una jornada mayoritariamente tranquila, entre ellas las habituales largas filas en algunos colegios electorales en un país en que el voto es obligatorio.
En Macapá, capital regional del remoto estado de Amapá (norte), no hubo elecciones municipales este domingo debido al aplazamiento decretado por la Justicia Electoral esta semana por problemas en el abastecimiento energético en la región