Es una de las imágenes más significativas de la crisis en Afganistán. La fotografía de cientos de afganos apiñados en un avión de transporte estadounidense C-17 a punto de volar a Qatar ha sorprendido a propios y a extraños.
La foto, tomada dentro mismo del avión, data del pasado domingo, el día en el que el presidente Ashraf Ghani abandonó el país cuando los militantes yihadistas entraron en Kabul, con el pretexto de evitar el derramamiento de sangre.
Algunas fuentes cifran en unas 640 las personas que se encontraban dentro de la aeronave en las horas finales de la capitulación que pocos preveían la pasada primavera, cuando las operaciones militares de los talibán se intensificaron.
A raíz del triunfo insurgente el Consejo de Seguridad de la ONU ha abierto conversaciones para crear un nuevo gobierno en Afganistán después de que el secretario general Antonio Guterres advirtiera sobre «escalofriantes restricciones» a los derechos humanos y violaciones contra mujeres y niñas, basadas en la experiencia del gobierno de los talibanes de 1996 a 2001, cuando estas no podían trabajar, conducir o salir a la calle sin la compañía de un varón, y se aplicaban castigos brutales como la lapidación pública, los latigazos y la horca.
No obstante los talibanes han apuntado que no habrá represalias contra los opositores y prometieron respetar los derechos de las mujeres, las minorías y los extranjeros, pero muchos afganos son escépticos y temen que los viejos enemigos y activistas sean detenidos y represaliados por la nueva élite.