Cuando los ecos del contencioso con el gobierno de la Unión Europea (UE) no se han acallado todavía surge una nueva controversia que pone a Polonia en el centro. Esta vez tiene que ver con los flujos migratorios y la gestión fronteriza con un vecino con quien las relaciones se antojan muy deterioradas en los últimos tiempos. Varsovia alza la voz y pide ayuda a sus socios comunitarios, aunque lo hace con la boca pequeña, ante el avance en Bielorrusia de un gran número de migrantes hacia la frontera común.
La Comisión Europea (CE) no se ha movido de la condena del «intento desesperado» de Bielorrusia de tratar de desestabilizar al conjunto de la UE favoreciendo el tráfico ilegal de migrantes, al tiempo que ha animado al gobierno polaco, algo reticente, a dar el paso de solicitar la ayuda de Frontex y Europol para reforzar el control fronterizo y asegurar un trato adecuado a los migrantes. Las imágenes son ciertamente impactantes.
Varsovia, mientras tanto, muestra sus propias reticencias a fiarlo todo a los mecanismos comunitarios, mientras la tensión crece y el tema empieza a ser ya más o menos popular a todos los niveles. De hecho en las redes sociales se pueden ver vídeos e imágenes que reflejan la tensión sobre el terreno.
Según el gobierno polaco, de marcado carácter ultraconservador, nacionalista y en algunos términos amigo de los postulados euroescépticos, cada semana tratan de cruzar desde Bielorrusia a su territorio unas «tres mil personas». Según han denunciado en estos momentos hay «varios centenares» de migrantes esperando del lado bielorruso de la frontera. Recordemos que Bielorrusia jamás ha solicitado ingresar en la UE.
En consecuencia Bruselas observa con atención y preocupación los movimientos en la frontera y mantiene contactos diplomáticos al más alto nivel.
Esta situación es aprovechada en las guerras de la propaganda. Bruselas insiste en que Polonia debe facilitar a los expertos comunitarios desplazarse a la zona, algo a lo que se ha negado de forma reiterada en las últimas fechas. Pero dejan claro que, para que las agencias europeas puedan desplegar sus equipos en suelo de un Estado miembro es necesario que primero sus autoridades lo soliciten formalmente, algo que por el momento no ha ocurrido ni tiene visos de ocurrir.
A su vez cuentas afines a la oposición en Bielorrusia, entre ellas la del medio Nexta, han publicado este lunes en redes sociales las imágenes de un gran grupo de migrantes avanzando por una carretera y supuestamente bajo la vigilancia de las fuerzas de seguridad.
«El régimen bielorruso aumenta la crisis fronteriza», ha denunciado la excandidata presidencial Svetlana Tijanovskaya, quien ha acusado a Lukashenko de «empujar» a estas personas hasta la linde con Polonia y le ha hecho «plenamente responsable» de lo que ha catalogado como una «guerra híbrida».
Tijanovskaya, que abandonó Bielorrusia tras las controvertidas elecciones de 2020, ha reclamado una «contundente respuesta» a estos desafíos, con una alusión expresa al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para instarle a discutir de una crisis que comenzó a finales de mayo, cuando Lukashenko avisó de que no impediría el paso de migrantes hacia países de la UE como represalia por las sanciones. En todo caso, siempre que una declaración crítica con Minsk se aproxima al Consejo de Seguridad de la ONU recibe el veto de Rusia, lo cual reduce enormemente el margen de maniobra con respecto a este actor internacional.
Por su parte, el primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, ha recalcado en Facebook que la frontera es «sagrada», por lo que ha prometido vigilancia en una zona que ya permanece prácticamente blindada.
De hecho, su titular de Defensa ha recordado que hay unos 12.000 militares desplegados en la zona. Tanto él como el ministro del Interior, Mariusz Kaminski, han fijado como prioridad la defensa estricta de la frontera y han avanzado una respuesta de seguridad ante los movimientos en el país vecino.